La otra crisis: Progresismo Popular
La señora Celia Villalobos abandona la política tras décadas dedicada a impregnar de su propia ideología al Partido Popular. Una forma de pensar “de izquierda” fruto de su primeriza afiliación al Partido Comunista y arraigada gracias a su marido, el politólogo Pedro Arriola, asesor de Aznar y de Rajoy. Todo apunta a que fue Arriola el que consiguió que estos dos presidentes “conservaran” a perpetuidad las leyes socialistas impuestas por González y Zapatero. No sería de extrañar que el cambio de decisión de Rajoy de mantener la ley del aborto de Zapatero; tres días después de la aprobación por unanimidad de su derogación por parte de su consejo de ministros; viniera tras una conversación con su asesor de cabecera.
Pero bien, tanto la señora Villalobos como el señor Arriola abandonan ya sus labores de responsabilidad en el Partido Popular. La llegada de Pablo Casado a la presidencia del partido ha conseguido que un buen número de Populares Progresistas, entre las que también se encuentra Soraya Sáenz de Santamaría, hayan decidido dejar la política activa o cambiarse de partido. ¿Supone esto que el PP va retomar su extinto “humanismo cristiano” que aún aparece en algunos textos de su ideario? Pues no. En el Partido Popular, una auténtica “ensalada tropical ideológica”, existen pesos pesados que podrían pertenecer sin problema alguno al PSOE e incluso a Izquierda Unida y que ya han avisado a Pablo Casado de que no se le ocurra moverse del centro. Un centro que en este caso no es virtud, sino turbia tibieza.
Algún ingenuo pensará que me estoy refiriendo a Cristina Cifuentes, pero no, pues tanto ella como Cospedal, otra progresista popular, se han visto obligadas a abandonar la política, no por la llegada de Casado, sino por la acción de la Justicia. Me refiero al presidente de la junta de Galicia, el señor Feijoo, cuya ley de ideología de género, por ejemplo, nada tiene que envidiar, en lo referente a la búsqueda de la perversión de la infancia, a la de Andalucía, la de Madrid o la de Valencia. Más aún, pues su secretaria de Igualdad, la señora Susana López, discrepa públicamente de Pablo Casado y respalda la ley del aborto de Zapatero, la que permite abortar libremente, sin alegar justificación alguna, durante las primeras 14 semanas de embarazo.
Por eso, visto lo visto, votar al Partido Popular en las próximas elecciones generales no sería un “mal menor”, sino un mal confirmado por la tibieza mostrada a lo largo de todos estos últimos años. Es preferible que nos siga gobernando Pedro Sánchez, coherente con su forma de pensar ideologizada, a que lo haga Pablo Casado, disfrazado de un presunto humanismo cristiano inexistente y hasta rechazado de plano por buena parte de sus actuales dirigentes regionales. Por eso podríamos decir que “más vale malo conocido que malo disfrazado de bueno por conocer”. ¿No creen?