La otra crisis: El sectarismo del respeto progresista

            Hoy en día, cuando uno carece de argumentos válidos para defender su posición ante un adversario y, pese a todo, quiere salirse con la suya, lo tiene muy fácil gracias al progresismo que nos desgobierna. Tan solo ha de afirmar que ese otro es un facha y un fascista para que toda la credibilidad del susodicho quede en entredicho y su palabra ya no valga absolutamente nada. Así de fácil.

            Y es que el fanatismo de algunas ideologías ciega la mente e impide caer en la cuenta de lo evidente: en todo hogar, en toda escuela, y desde tiempo inmemorial, se educa a los niños en el respeto al prójimo, aunque sea diferente, y en el cuidado de los más débiles, de los enfermos o de los ancianos. Eso de respetar a los demás, al que es diferente, no es un invento o una reivindicación exclusiva de los colectivos LGTBI y sí una sensiblera excusa que utilizan para colar su ideología de género en todos los centros educativos y, por ende, en cada uno de nuestros hogares.

            Los padres y los maestros lo tienen más que claro y sí, desde tiempo inmemorial: jamás fomentarán ni permitirán que un niño discrimine a otro y mucho menos si este es diferente. Por eso, esas campañas de concienciación que abogan por despertar la respetabilidad hacia un colectivo determinado son innecesarias y no se entienden si no es por un interés ideológico, económico y propagandístico que resulta evidente y vergonzante.

            Cuando uno no anda en la verdad, cuando la obcecación impide ver más allá y se es incapaz de comprender que los padres tienen el derecho primigenio y constitucional de educar a su prole según sus creencias, la atrevida osadía se abre paso y se falta el respeto a lo más sagrado, a la ley y a las creencias. Porque el respeto que el colectivo LGTBI exige para sí no lo ejerce para con todos aquellos que discrepan o piensan diferente. Ahí tenemos, por ejemplo, la actitud prepotente de Verónica Ruiz, concejal de igualdad del Ayuntamiento de Castellón, y de Mónica Oltra, vicepresidenta del gobierno valenciano, que se han mofado de la medida cautelar impuesta por el auto de un Juzgado de retirar de forma cautelar un lote de libros de temática LGTBI de los institutos de la ciudad. Desprecian la decisión de un juez con el argumento progresista infalible de que se trata de una decisión fascista y promovida por una asociación de abogados “ultra plus”: ultraconservadora y de ultraderecha. Así, sin más, sin entrar a debatir acerca del contenido de esos libros. Unos contenidos que promueven una ideología de género denigrante, que desconocen la psicología infantil y desprecian la ley natural, y que son contrarios a las creencias de la inmensa mayoría de españoles. Unas creencias que defienden el amor al prójimo, la fidelidad a la palabra dada y el respeto a los demás y también a los autos judiciales.

La otra crisis: Oltra y el final de los MENA

           La situación en algunas ciudades españolas, como es el caso de Ceuta, es casi insostenible, pues los centros de acogida de menores extranjeros no acompañados ya no dan más de sí y muchos jóvenes deambulan por las calles en un auténtico desamparo. Por eso, ahora más que nunca, viene a cuento recordar ese dicho que afirma que “es de biennacidos ser agradecidos” y empezar a exigir la práctica de esa caridad que es uno de los pilares fundamentales en las religiones monoteístas que se profesan en nuestro país.

            El pueblo valenciano se ha caracterizado siempre por su apertura de mente, por su capacidad de acoger al migrante y también de hacer las maletas, apretarse el cinturón e ir a buscarse la vida donde fuera cuando ha sido necesario. Por eso, de la mano de nuestra vicepresidenta Mónica Oltra, y desde su Consejería de Igualdad y Políticas inclusivas, se podría trazar un ambicioso plan de acogimiento familiar que se hiciera cargo de todos esos menores que se encuentran hacinados o abandonados a su suerte por las callejuelas de cualquier ciudad española.

            Eso sí, si pensamos de verdad en el bien de esos menores, en que se sientan comprendidos y atendidos en sus necesidades más íntimas, caeremos en la cuenta de la conveniencia de buscar familias de acogida con sus mismas raíces culturales, que hablen el mismo idioma, profesen las mismas creencias y hasta sus mismos anhelos. Y ahí es donde la vicepresidenta Oltra ha de mostrar la generosidad que se va a demandar a esas familias de acogida y ofrecerles unas ayudas y unos incentivos económicos atractivos y más que tentadores. De ese modo, aunque quizá no hiciera falta, incentivará que ese agradecimiento por lo ya recibido y esa práctica de la caridad, que es un pilar fundamental de toda religión, se activen para acoger con los brazos abiertos a todos esos menores y brindarles la posibilidad de recibir una buena educación, desarrollar todo su potencial y poner su granito de arena para que la Comunidad Valenciana siga siendo “la millor terreta del món”.

La otra crisis: El ser o no ser del reciclaje en la escuela

            Esta terrible pandemia nos ha trastocado la vida quizá ya para siempre. Dicen que poco a poco iremos volviendo a la normalidad, pero la realidad del día a día nos hace ver que algunas cosas ya no volverán a ser igual. Y es que en algunos centros educativos el reciclaje se ha transformado en una lamentable pantomima.

            No son pocas las personas que se quejan del negocio redondo que resulta para algunos eso de reciclar papeles, plásticos, vidrios y demás. Porque somos nosotros los que pagamos los recipientes, envases y bolsas cuando compramos en un establecimiento, los que nos preocupamos de separar el papel, el plástico, el cristal o lo orgánico y llevarlo a su correspondiente contenedor, y los que volvemos a pagar cuando nos llega el recibo del organismo correspondiente. Ése que se encarga, según parece, de darle una nueva vida al material reciclado que nosotros les hemos facilitado. Pagamos dos veces de nuestro bolsillo todo ese tinglado del reciclado y dedicamos un tiempo precioso, que no se paga con dinero, en clasificar y transportar ese material, con la sola y altruista esperanza de aportar nuestro granito de arena en esa batalla mundial por frenar las terribles consecuencias del imparable cambio climático. Pues esa esperanza ecológica, en parte por culpa de esta pandemia, se ha disipado en algunos colegios.

            Dicen que “del dicho al hecho hay un buen trecho” y más todavía en lo referente al reciclaje. Las malas lenguas afirman que los camiones que recorren las calles en busca de los contenedores de reciclaje no hacen distinción de productos y los vacían todos juntos y revueltos. Pues algo parecido ocurre en algunas escuelas. Resulta que por culpa del virus dichoso el personal de limpieza ha de desinfectar las aulas, pasillos, wáteres, despachos… varias veces al día. Y claro, nos les da la vida, ni el sueldo, para ir separando los plásticos, los papeles y lo orgánico y después llevarlo todo a sus respectivos contenedores. Eso sí, “el dicho” permanece intacto, pues en cada una de las aulas permanecen impasibles los recipientes de color azul, amarillo y marrón, para que los maestros puedan seguir insistiendo en lo terrible que es el cambio climático y lo necesario que resulta eso del reciclar. Y los alumnos, muy concienciados ellos, se esmeran en un “hecho” que no les sirve para que “sean” de verdad ciudadanos comprometidos con el medio ambiente. A ver si este virus pasa pronto, la limpieza de los centros escolares se realiza una vez al día y eso del reciclaje deja de ser un puro y penoso teatro.

La otra crisis: Un código penal que condena a la vida

          El que fuera vicepresidente del Gobierno de Felipe González, el señor Alfonso Guerra, pasará a la historia por aquella mítica frase pronunciada cuando salieron victoriosos en las urnas y que ya ha superado todas las expectativas del progresismo más extremo: “A España no la va a conocer ni la madre que la parió”. Tanto es así que el actual Gobierno, el que preside el señor Sánchez, se ha atrevido a legislar para que los españoles acaten que el bien es condenable y el mal defendible, que la verdad no existe y que la falsedad se ha de convertir en ley. ¿El mundo al revés y aquí no pasa nada?

            Todo aborto es un auténtico drama, ya sea espontáneo o provocado, y nuestras autoridades políticas progresistas, en vez de buscar una alternativa que vaya de la mano de lo que la naturaleza ha predispuesto, se empeñan en que las mujeres se enfrenten de por vida a la pérdida de un hijo e impiden, pronto será por ley, que puedan conocer una salida digna para ellas y para los hijos que han concebido. ¡Menudo ecologismo y animalismo de pacotilla el de este Gobierno que se autoproclama progresista, feminista, naturalista y muchos más “-ista” y legisla a favor de la muerte!

            España sufre un terrible invierno demográfico y un gobierno con dos dedos de frente haría lo imposible por incrementar el índice de natalidad. Tanto es así que legislaría justo lo contrario de lo que pretende Sánchez y los suyos. Por ley, y por sentido común, establecería que toda mujer que desee abortar conozca antes otras alternativas que sí que respeten su femineidad y al hijo que llevan en sus entrañas. Un gobierno que de verdad fuera animalista, y pensara en el futuro de su país, utilizaría todos los medios que tuviera a su alcance para conseguir que no se perdiera ni una sola vida humana. Y sí, hasta establecería la obligación de que toda mujer se hiciera una ecografía antes de tomar la decisión de abortar, para que fuera consciente de que lo que hay en su seno no es un órgano más de su cuerpo, sino un nuevo ser con su propio código genético y dispuesto, en un futuro a nueve meses vista, a aportar su granito de arena en pos del verdadero progreso de la humanidad.

La otra crisis: El desprecio progresista por la vida

            La nueva ley de Educación, la llamada Lomloe, da prioridad a la educación pública sobre la privada y elimina el concepto de “demanda social” que atendía a la libertad de elección de los padres. A partir de ahora, si se aplica a rajatabla la ley, solo se concertarán las unidades escolares que hagan falta tras completar la ratio en las clases de los centros públicos. Y todo porque la oferta de plazas escolares supera con creces a la demanda y el cierre definitivo por falta de alumnado se cierne sobre muchos colegios públicos. Una demanda que cada vez es menor por culpa de la baja natalidad, pues estamos sumidos en un invierno demográfico que ya parece perenne.

            Otra gran preocupación, que debería quitar el sueño a nuestros gobernantes desde la época de Zapatero, es saber cómo se van a pagar las pensiones de la generación del “baby boom”. Y todo porque llegará el día en que habrá más pensionistas que cotizantes. Y esto es así por culpa del ya mencionado invierno demográfico.

            ¿Y qué está haciendo nuestro Gobierno progresista para que tras este largo invierno llegue por fin la primavera? Pues apostar por la defensa de la vida de perros y gatos y demás animales domésticos y ampliar los plazos para abortar a los seres humanos sin tener que alegar motivo alguno.

            Este pasado año se realizaron en España más de ochenta mil abortos. Por culpa de esta ley inmoral, y solo con los datos de 2020 en la mano, van a quedar vacías más de cuatro mil aulas y más de cinco mil maestros no van a empezar a cotizar a la Seguridad Social. Por eso, la primera medida que debería adoptar este Gobierno, si de verdad le importa proteger la educación pública y el pago de las pensiones, sería la de derogar la ley del aborto. Todo lo demás son palabras huecas, falacias ideológicas y obras estériles.

La otra crisis: El sinsentido de un golpe inútil

            La historia nos recuerda la heroicidad de algunas personas que ofrecieron su vida por defender la libertad y la dignidad de sus semejantes, por no renegar de su fe y mantenerse fieles a sus creencias. Y quizá esa misma fama y recuerdo histórico son la oculta pretensión de los líderes políticos separatistas catalanes que trataron de independizarse de España hace ya unos pocos años. Desde aquel fatídico día, ese en que autoproclamaron la ficticia república catalana, han sufrido persecución policial y años de cárcel o han tenido que huir al extranjero, separarse de sus seres queridos y guarecerse tal cual criminales con la asfixiante intranquilidad de ser detenidos en cualquier momento. Tal y como se decía en una famosa serie de televisión de los años ochenta, “la fama cuesta y es aquí donde vais a empezar a pagar”.

            Y mientras estos golpistas aspirantes a héroes siguen padeciendo lo indecible por su deseo incombustible de vivir en una república independiente, la ciudadanía catalana continúa disfrutando de su vida en libertad, la mayoría hace lo que le da la real gana, pues vive en un país democrático donde se suelen respetar los derechos humanos y el sentido común. Paradojas de la vida, esa libertad es recortada hoy en día por los partidos independentistas separatistas que gobiernan en la Comunidad Autónoma de Cataluña. Una libertad que desaparecería del todo, y más aún para aquellas personas de mente abierta, el día en que se proclamara, tras un nuevo golpe, esa supuesta e imposible república de los países catalanes.

La otra crisis: La vergüenza de ser español

    Nuestro Gobierno, que se cree progresista, presume de “memoria histórica y democrática”, aunque más bien tendríamos que decir que adolece de una “memoria selectiva y sectaria”. Y es que algunas de sus leyes “estrella” ya fueron aprobadas por un tal Hitler en la década de los años treinta del pasado siglo.
    Fue Zapatero el que convirtió el aborto en un derecho y lo liberalizó del todo hasta la semana 14, pues hizo prevalecer la autodeterminación individual de la madre sobre el derecho a la vida del no nacido. Ni Hitler se permitió semejante barbaridad… siempre y cuando la mujer gestante fuera de raza aria, claro está. La Alemania nazi no se podía permitir el lujo de perder a uno de los suyos, pues el sometimiento mundial al Tercer Reich se iba a prolongar durante mil años o más y todos los arios, cada uno de ellos y solo ellos, eran más que necesarios.
    Y llegó el presidente Sánchez y su ley de eutanasia. Una ley que, al igual que ocurría en la Alemania nazi, nos deja entrever que existen vidas indignas de ser vividas. Los miembros de nuestro Gobierno no son conscientes de una cosa: si consentimos en la idea de que alguna vida humana es indigna de ser vivida, estamos afirmando de forma implícita que toda vida humana puede ser considerada indigna tarde o temprano. Esta ley de eutanasia es pavorosa, pues equipara a los médicos españoles, la legislación les impedirá ser objetores de conciencia, con los verdugos sanitarios de los campos de exterminio nazi.
    Señor Sánchez, ya se puede retirar tranquilo, pues su persona ya ha pasado a la historia de este país. Será siempre mal recordado como el continuador de la cultura de la muerte que se instauró en el año 1985, cuando el presidente González decidió despenalizar el aborto en algunos supuestos.

La otra crisis: Adiós a la vida perra

           Aún recuerdo a ese compañero de colegio que no soñaba con carrera universitaria alguna, sino que anhelaba convertirse en uno de los canes del rey. “¿Tú sabes la vida que se pegan? Todo el día se lo pasan echados junto a una chimenea y comiendo y bebiendo a su antojo. ¡Eso sí que es vida!”  – les decía a sus incrédulos compadres mientras saboreaba una hamburguesa un viernes de Cuaresma cualquiera.

            Pues ahora va y resulta que esa realidad monárquica paradisiaca canina se ha democratizado gracias a nuestro Gobierno progresista y alcanzará a todas las perras y a todos los perros sin distinción de raza, condición social o ideología. Por eso, a partir de ahora, cuando alguien desee expresar su desasosiego por llevar una vida miserable y asquerosa ya no podrá decir aquello de padecer “una vida perra”, sino que más bien tendrá que decir que sufre “una vida humana”. Y es que la vida de los seres humanos, si la comparamos con la de los perros y la de las perras, está infravalorada, menoscabada y despreciada por esas leyes progresistas que han convertido en un derecho inhumano, que no canino, el aborto y el suicidio. Ver para creer y para repensar nuestra opción política en las próximas elecciones autonómicas y generales. ¿No creen?