La otra crisis: estafa escolar

            Algunas personas se han tomado muy en serio una verdad que quieren imponer al resto de la sociedad, cayendo a sabiendas en una absurda contradicción: la verdad objetiva no existe, pues cada uno tiene su propia verdad. Tanto es así que hasta se están elaborando tesis doctorales que se basan en este principio y se afanan en averiguar cómo puede avanzar una sociedad con tantas verdades como individuos la componen.

            Olvidan esas personas que la realidad es una y que lo que cambia es qué perspectiva o enfoque de ésta tiene cada uno, qué prejuicios arrastramos de una formación deficiente, cuál es la calidad y el estado de nuestras lentes intelectuales, cómo nos sentimos en esos momentos o si contamos con un apoyo externo que nos aclare el entendimiento y fortalezca nuestra voluntad.

            Porque si la verdad no existe, si cada uno tiene su verdad, ¿qué es lo que se enseña en los centros educativos? ¿La verdad particular del maestro de turno o una mentira tras otra? Porque si la verdad no existe, mejor sería que el Gobierno cerrara todos los colegios e imputara por el delito de estafa a todos los directivos de la enseñanza pública y de la privada.

La otra crisis: segregación progresista

           Todo empezó a finales del año 2004 con la aprobación de aquella ley de violencia de género que invirtió la carga de la prueba y condenaba a todo hombre acusado de violencia contra la mujer mientras no demostrara su inocencia. Y la guinda ha llegado este año 2023 con las declaraciones de la secretaria de Estado de Igualdad, la señora Ángela Rodríguez “Pam”, que se escandaliza por la dependencia sexual que tienen las mujeres respecto a los hombres y además acusa a muchos de ellos de ser unos violadores en potencia.

            Ya se ve a dónde nos va a llevar esta defensa a ultranza de la mujer, a esa repulsión de todo lo varonil que hasta plantea la feminización de los hombres: a la modificación de urgencia de la Lomloe.

            Un Gobierno que presume de ser el más feminista de la historia de España, que está convencido del riesgo que corren las mujeres cuando se acercan sin cautelas a cualquier hombre, que se siente obligado a legislar en su defensa y a darles consejos prácticos sobre su vida íntima tiene que comenzar la casa por los cimientos. Por lo que va a promocionar, desde la guardería y hasta el bachillerato, que todos los centros educativos, tanto públicos como privados, sean diferenciados. La idea es que en un plazo razonable se segregue a los niños y jóvenes varones en centros específicos y que las niñas y jóvenes féminas reciban una educación diferenciada en otros colegios. Vista la situación actual del hombre respecto a la mujer, no cabe hacer esa distinción por sexos en una misma escuela, pues los niños y las niñas no deben coincidir ni en la hora del patio y mucho menos al medio día, durante la comida y posterior tiempo libre para actividades extraescolares.

            La cuestión es si a la ministra de Educación, la maestra Pilar Alegría, le dará tiempo, con unas elecciones a la vuela de la esquina, a plantear de urgencia esa modificación de la Ley de Educación. De no ser así, seguro que en el programa socialista para las próximas elecciones generales aparecerá plasmada esta propuesta de segregación y diferenciación feminista y progresista. ¡Seguro que sí!

La otra crisis: autocensura dramática

            Pasó otro 11 de marzo, diecinueve años hace ya, sin que en los centros escolares se realizase mención alguna de aquel pavoroso atentado. Como si hablar de los asesinatos terroristas, de cualquier signo político, pudiera herir la sensibilidad de los niños y los jóvenes.
            Este es un Gobierno que legisla para revisar sólo una parte del pasado, pues hace la vista gorda y se esfuerza para que el terror de ETA desaparezca de los libros de historia y así poder legitimar ante las nuevas generaciones de españoles los actuales pactos con sus herederos políticos.
            Pasó el 12 de marzo, conmemoración adelantada de la Jornada por la vida del día 25, con una manifestación que reunió en Madrid a más de veinte mil personas en defensa de la vida. Pero esta jornada tampoco pasará a la historia, pues ni en los medios de comunicación ni en los colegios se le ha prestado la más mínima atención. Como si debatir sobre el aborto, la finalización violenta del embarazo, significara una vulneración de los derechos humanos infantiles.
            Este Gobierno, siguiendo la estela de González y Zapatero, sí que ha logrado que a este país no lo reconozca ni la madre que lo parió. Puede que haya maestros, algunos pocos por convicción y la mayoría por autocensura, que utilicen el lenguaje inclusivo y hayan eliminado de su vocabulario, y de sus programaciones didácticas, palabras como ETA, atentado terrorista, aborto, heterosexual, Dios, oración, familia, amor para siempre, papá y mamá, violencia doméstica… Pero también es cierto que a la inmensa mayoría de docentes no se les pasa por la cabeza, es más, les repugna, que deban indicar a sus alumnos, desde los tres años en adelante, que tienen “derecho”, si les da la gana y consienten, a tener relaciones sexuales con personas adultas.
            La ministra de Igualdad, la señora Irene Montero, sabe que no repetirá como ministra en la próxima legislatura. De ahí que se haya dado tanta prisa para aprobar, por la vía de urgencia, sus leyes ideológicas. Al afirmar que los niños tienen derecho a tener relaciones sexuales consentidas, una afirmación que ha reiterado en varias ocasiones, da a entender que hay una ley que se le ha quedado en el tintero y por eso pretende marcar el camino al próximo ministro: lograr la legalización de la pederastia.
            La próxima ley de la pederastia, al igual que ocurre con la ley trans o la del aborto, permitirá actuar a los menores sin el conocimiento ni el consentimiento de sus padres. Si éstos se oponen a los deseos de sus hijos, perderán la patria potestad. Lo que quizá no indicará esa putrefacta ley, y por eso pedimos las aclaraciones a la señora Montero, es si los colegios deberán habilitar algún aula, o tal vez el gimnasio, para que se lleven a cabo esas citas consentidas o si, en el caso de las familias, los niños podrán viajar solos en un avión cuando vayan a hacer realidad ese “deseo” en algún lugar lejano. ¿Estarán los padres obligados a comprarles el billete de ida y vuelta o tendrá el niño que romper su hucha de barro? Señora Montero, ¡no se vaya sin contestar!

La otra crisis: escándalo egocéntrico

           La ideología de este Gobierno progresista, como una nueva religión pagana con su agendada biblia 2030, ha llegado para quedarse. Algunos, por ejemplo, se quejan de esta ley trans que ha sacado la ministra Montero, pero la verdad es que es menos lesiva y más reversible, al no obligar a hormonarse o mutilarse para cambiar de género, que algunas otras leyes aprobadas por gobiernos autonómicos del Partido Popular. ¡Una ley progresista que pone algunos límites a la normativa “conservadora” del PP!

            Esta ideología sectaria impregnará el currículo escolar y confundirá del todo a los colegiales, pues a las personas que han diseñado este plan ideológico les ciega su deformación moral y su falta de sentido común. Ahí tenemos, por ejemplo, a la licenciada en Filosofía y secretaria de Estado de Igualdad, Ángela Rodríguez, que ignora que el placer sexual no es un fin en sí mismo, sino que es un medio para perpetuar la especie humana y para consolidar la comunión entre un hombre y una mujer que se aman. Buscar el placer por el mero placer, solo o en compañía, es instrumentalizar un gran don y demuestra una falta total de generosidad.

            Y esta confusión filosófica es la que se pretende transmitir a la comunidad educativa a través de unos talleres egocéntricos, donde los niños, de tres años en adelante, aprenderán técnicas de autocomplacencia sexual. Y claro, como mal dijo una exministra, si los niños no son de sus padres, éstos nada tienen que decir ante semejante aberración. Bueno, quizás sí. Podrían denunciar a los que impartan estos talleres por corrupción de menores. Y si tras la denuncia hay condena, es más que seguro que el concurso de estos talleres quedará desierto. Pues, ¡a denunciar sin demora!