La otra crisis: ¿Ladrones de libros?

            Una tarde más la única persona que entró en la librería era un comercial que andaba desesperado por hacer alguna venta ese día. Al darse cuenta de que el librero tenía todo el tiempo del mundo, pues el establecimiento estaba vacío y nadie se paraba a contemplar el escaparate, aprovechó para contarle todas las bondades de su producto, las facilidades de pago y el excelente mantenimiento que ofrecían.

            Al cabo de un buen rato, el librero le dijo al comercial: “Ojalá en esta librería necesitáramos el objeto que usted nos ofrece. Sería una señal clara de que el libro es considerado un bien preciado, un artículo deseado y demandado por las masas. Pero por desgracia esto no es así. Si la tendencia no cambia, no tardaremos en echar el cierre definitivo”. Se preguntarán ustedes qué es lo que ofrecía ese comercial al pobre librero. Pues… ¡una alarma antirrobo!

La otra crisis: ¿La ley engendra violencia?

        Si la aplicación de una ley genera una respuesta violenta, cabrá preguntarse si esa ley está basada en la verdad y en la búsqueda del bien común. De ser así, el acto violento que se genera al ser sancionada su transgresión estaría infundado y sería sancionable. ¿Y si se tratara de una ley injusta, basada en los intereses particulares de los que ostentan el poder? Pues tampoco estaría justificado el uso de la violencia, a no ser que peligrara la vida misma, ya que en nuestro país existen los mecanismos legales necesarios para derogar cualquier ley de forma pacífica y democrática.

            Es por eso por lo que los independentistas catalanes, ante la sentencia condenatoria dictada por el Tribunal Supremo contra los políticos que se saltaron la ley, deberían utilizar el cauce democrático que nuestro Estado de derecho les brinda para poder cambiar la actual Constitución, nuestro modelo de Estado, y conseguir así su ansiada independencia. Por eso, los actos vandálicos que se están dando en Cataluña no tienen justificación alguna. Vivimos en un país democrático, con unas reglas de juego que han de acatar también los independentistas catalanes. Y no lo quieren hacer porque son defensores de un nuevo totalitarismo que pretende imponer el caos y la anarquía. Su única pretensión es que al final solo se escuche una voz, su “ordeno y mando” dictatorial.

La otra crisis: ¿Un solo corazón?

            Hoy en día, si uno quiere ser políticamente correcto, ha de hablar de igualdad sin importar a qué tema se refiera, ya sea laboral, familiar, social, político o educativo. Y así, con la palabra igualdad, a secas, sin preposición alguna, hemos de hilvanar todo discurso que salga de nuestra boca o del teclado de nuestro ordenador.

            En esta sociedad que se autoproclama progresista, hombres y mujeres tratan de convencer y de convencerse de que esa igualdad entre sexos es real, manifiesta y permanente. Quizá por eso algunas y algunos están a favor del aborto y no toleran que nadie les lleve la contraria. Y todo porque aparece una desigualdad insalvable entre el hombre y la mujer cuando una de ellas se queda embarazada. Sí, pues antes de que se cumpla el primer mes de embarazo podremos escuchar el latir de un segundo corazón dentro del cuerpo de la mujer.

            Y ese latir diferente desmonta también la proclama abortista de que una mujer puede hacer con su cuerpo lo que quiera. Pues tras un aborto, uno de los dos corazones deja de palpitar para siempre, y será solo el de la madre, aunque ya con una triste cadencia, el que continúe con su latir.

La otra crisis: La verdad no importa

           Parece mentira, pero los mismos progresistas que hace algunos años defendían esa máxima de Benjamin Franklin de que “es preferible que cien personas culpables puedan escapar a que un solo inocente sufra”, asumen ahora la desaparición de la presunción de inocencia cuando es una mujer la que denuncia a un hombre. Además, se ha invertido la carga del aprueba y será este el que tendrá que demostrar su inocencia.

            Afirman los progresistas de nuevo cuño que no se pueden arriesgar a que la mujer sufra de verdad una supuesta agresión y que por eso hay que encarcelar a todo hombre que sea denunciado. Es paradójico, pero por un posible mal futuro están dispuestos a cometer un cierto mal presente. La Ley de violencia de género española, además de atentar contra la justicia más elemental, realiza un desprecio explícito a la verdad. En esta ley la verdad pasa a estar en un segundo plano, pues ni se plantean que la denuncia de una mujer pueda ser falsa. Esta ley es la demostración clara de que es el relativismo el que impera en la sociedad española. Tanto es así que, aunque al final se demuestre lo contrario, estos progresistas de nuevo cuño seguirán apoyando a la falsa denunciante, poniendo en un mismo plano a la mentira y a la verdad.

La otra crisis: Disturbios burgueses

Aunque los independentistas lo pretendan, Cataluña no es Ecuador. El Gobierno de Lenin Moreno decidió subir los impuestos y los ciudadanos más humildes han dicho basta. Su indefensión es tal, nada tienen que puedan perder, que no han dudado en hacer uso de la violencia para obligar al Gobierno a rectificar. Están dispuestos a perder su vida por recobrar la dignidad que se les niega al relegarles a la pobreza extrema.
    Pero Cataluña no es Ecuador, y aunque la sentencia del Supremo contra los políticos independentistas les parezca una injusticia suma, la ciudadanía sí que tiene mucho que perder si se manifiesta con violencia o si se declara en huelga indefinida. Por eso solo unos pocos, los que se encuentren en el paro o en trabajos precarios, estarán dispuestos a usar la violencia y a perder su paga y su libertad. Porque ya les gustaría a la mayoría de ecuatorianos vivir tan solo la mitad de bien de como lo hace la burguesía catalana. ¿No creen?

La otra crisis: El extremo centro

           Ya ha empezado la cuenta atrás para las próximas elecciones generales y los partidos políticos tratan de posicionarse en la moderación para captar así el mayor número posible de votos. Casado, Sánchez, Rivera y hasta Errejón tratan ahora de convencernos de que están situados en el centro político, siguiendo el consejo de sus asesores, de los medios de comunicación y de los analistas políticos encargados de confeccionar las encuestas.

            Y la cosa no se queda ahí, pues estos centristas de nuevo cuño sitúan al resto, a los que discrepan de su aparente moderación, en los extremos infames que los españoles han de desestimar para que desaparezcan del mapa político lo antes posible.

            Gracias a los medios de comunicación, y a la falta de formación de muchos, han logrado camuflar su ideología integrista y han creado un falso centro plagado de extremismos. Porque poner en el centro político la legalización de la muerte voluntaria de un inocente, el aborto y la eutanasia, es de un descaro inigualable e imperdonable. Todo partido político que esté a favor del aborto ya está situado en un extremo, más allá de la frontera de la defensa de la dignidad humana, alejado del sentido común e incapaz de ir más allá de sus propios intereses. Y ahí tenemos también esa ideología de género que enarbolan todos estos “centristas”, basada en fantasías y sentimientos, sin ningún fundamento científico, que adoctrina a nuestros hijos y sanciona a todo aquel que trate de hacerle frente con la verdad por delante.

            Sí, en el término medio está la virtud. Pero resulta que el término medio que estos partidos defienden es una auténtica falacia, pues se sitúa en la tibieza, en lo políticamente correcto, en algo vomitivo que merecería el desprecio por parte de los votantes en las próximas elecciones generales.

La otra crisis: El nuevo espíritu nacional

      Uno pensaba que el tiempo de la dictadura, cuando en todos los colegios se cantaba el “Cara al sol” y se adoctrinaba a los alumnos para que rezumaran del espíritu nacional, ya había quedado atrás hace más de cuarenta años. Pero no, pues una nueva dictadura, la ideología de género, se ha impuesto en todos los centros educativos sostenidos con fondos públicos, tanto públicos como privados concertados.

            Nuestros niños y jóvenes, sin ningún fundamento científico ni biológico, serán adoctrinados para que duden de sus sentimientos, se cuestionen su propia identidad y crezcan con una confusión que solo produce infelicidad y amargura. Y lo más indignante de todo es que las autoridades educativas niegan el derecho primigenio y constitucional de los padres a educar a sus hijos según sus propias creencias.

            Esta nueva dictadura de género, tal y como ocurriera en tiempos de Franco, no permite discrepancia alguna y amenaza con denunciar y retirar el concierto económico a todo aquel centro educativo que se niegue a dar altavoz a los pregoneros de la amargura. ¿Acaso pretenderán, estos nuevos agoreros de la confusión, imponer ese refrán que dice “mal de muchos, consuelo de tontos”?

La otra crisis: Cambio de actitud por el clima

            A más de uno le sorprendió el discurso que la joven activista ecológica Greta Thunberg en la Cumbre del Clima celebrada en Nueva York. Según Greta, parece ser que la culpa del deterioro del planeta la tienen los mandatarios de los países más desarrollados y que el resto de la humanidad, sobre todo los jóvenes, solo son víctimas de los intereses económicos de unos pocos irresponsables.

            Aquí pasa como en la mejora de la calidad de educación. Nos quejamos de lo mal que está todo, y justificamos nuestra ineficacia, nuestra dejadez e inoperancia, con un único argumento: hasta que no se firme un pacto educativo entre todas las fuerzas políticas, nada se puede hacer por mejorar lo presente. ¿Cómo que nada se puede hacer?

            Afirma Greta que los poderosos del mundo le han arrebatado su recién iniciada juventud. Y sí, hay que quejarse, pero no hasta la extenuación. Los jóvenes han de reservar fuerzas para poder andar, ir en bicicleta, agacharse y acercarse a una papelera, llevar el plástico y el vidrio a sus correspondientes contenedores, dejar el wáter público más limpio de como lo encontraron, visitar a sus abuelos… Si un joven se preocupa por portarse bien en todos los campos de su actuación diaria, es más que seguro que también estará poniendo su granito de arena en el afán por frenar el cambio climático. Los poderosos del mundo nada hacen por cuidar la naturaleza, ¿y tú haces algo o solo te quejas?

La otra crisis: Que los muertos entierren a sus muertos

            Parece mentira que Franco, fallecido hace casi cincuenta años, siga apareciendo en el programa electoral del partido socialista. Dentro de muy poco no quedará en España ningún superviviente de la terrible Guerra Civil. Y dentro de otro poco más, también desaparecerán las personas que sobrevivieron a la dictadura franquista. Entonces, ¿cómo es posible que nuestro Gobierno en funciones dedique su tiempo y energías en desenterrar un pasado que ya se finiquitó con la Ley de Amnistía de 1977?

            Zapatero pensó que con su Ley de Memoria Histórica de 2007 iba a cambiar el pasado, el curso de la historia, y que el bando perdedor iba a resurgir de sus cenizas para aparecer ante el mundo como el único victorioso. Olvidó Zapatero, y olvida ahora Sánchez, que en la Guerra Civil y en la dictadura todos los españoles resultaron perdedores. Entonces, ¿por qué se empeñan en que unos y otros vuelvan a reconocer los mismos errores y se pida perdón un año tras otro? ¿Qué será lo siguiente tras la exhumación de los restos de Franco del Valle de los Caídos? Porque seguro que los colmados de odio tienen una larga lista de agravios aún no satisfechos.

            Cuando una persona se deja dominar por el odio, este se convierte en su razón de ser y trata de que sus seres queridos le sigan en el empeño. Por eso, las nuevas generaciones han de decir basta, han de parar los pies a sus mayores si estos están cegados por ese odio que la Ley de Zapatero pretende perpetuar en la historia de España, para que las aguas bajen siempre revueltas y el rédito político no se agote jamás.