La otra crisis: La deslealtad de un Gobierno

            Finaliza este año 2020 con muchos sueños rotos, con esperanzas truncadas, con sabias enseñanzas de la experiencia vivida y con el discurso propagandístico y triunfante de nuestro presidente Pedro Sánchez.

            Parece ser que este Gobierno lo ha hecho todo muy bien, pues, según dijo Sánchez, ya ha iniciado casi todos los proyectos legislativos que figuraban en los programas electorales de todos los partidos que lo forman y lo sostienen: PSOE, Unidas Podemos, Bildu, ERC… ¿Y la monarquía? ¡Ha de iniciar una reconversión progresista urgente!

Pero que no cunda el pánico, pues el presidente afirma con convicción que, aunque se ceda ante las pretensiones de los comunistas, los republicanos, los independentistas y los secesionistas, este Gobierno permanece y permanecerá fiel a la Constitución sin saltarse una coma por siempre jamás.

Ante semejante desfachatez presidencial, no viene mal recordar a Pedro Sánchez y a sus pupilos socialistas estas sabias palabras de san Josemaría: “No se puede promover la verdadera unidad a base de abrir nuevas divisiones… Mucho menos, cuando los promotores aspiran a hacerse con el mando, suplantando a la autoridad legítima”. A buen entendedor, pocas palabras bastan. ¿No creen?

La otra crisis: La esperanza es la catástrofe

            Nuestro Gobierno, con el presidente Sánchez a la cabeza, se vuelve a felicitar por la llegada a nuestro país de varios cientos de miles de vacunas que acabarán con el maldito virus en no se sabe cuánto tiempo. Así que los valencianos ya pueden ir suspendiendo la festividad de las Fallas, los andaluces la Semana Santa y todo pueblo o ciudad sus fiestas patronales para este año 2021.

            Aunque a nuestro Gobierno lo único que le preocupa es instaurar en nuestro país su ideología totalitaria, ésa que le permitirá perpetuarse en el poder. Eso sí, si la economía no sufre una debacle catastrófica. De ahí a que no busque el consenso político y social a la hora de aprobar unas leyes como la de la eutanasia, la memoria democrática, la ampliación del aborto o la de educación.

Lo lógico, si se diera la alternancia política, es que el nuevo Gobierno derogue o modifique las leyes que se aprobaron sin que se considerara ninguna de sus alegaciones o enmiendas. Por eso, un Gobierno que desprecia el parecer de los partidos de la oposición, y el de sus millones de votantes, y aprueba leyes que sólo contentan a una parte de la sociedad, nos da a entender que confía en permanecer en el poder durante más de una legislatura. De ahí que podamos deducir que su estrategia de gobierno sólo busca el rédito político que le asegure el voto mayoritario en las próximas elecciones generales. Este Gobierno sólo gobierna pensando en sí mismo, en sus propios intereses, en perpetuarse en el poder, aunque tenga que ningunear a media España, utilizar medios ilícitos o saltarse a la torera nuestra Constitución.

Por eso, y por mucho que nos pese a todos, para librarnos de este conglomerado que nos desgobierna no queda otra que nos sobrevenga una hecatombe económica y social. Y cuando esto suceda, al igual que ocurrió con el presidente Zapatero y la crisis de 2008, podremos decir con razón que “no hay mal que por bien no venga”.

La otra crisis: Integrismo igualitario

           El año 2020 llega a su fin y muchos aprovecharán este momento para echar un vistazo atrás y sacar propósitos de mejora para el próximo año. No así nuestro presidente, el señor Pedro Sánchez, que ha preferido enmendar sus errores pasados en este mismo mes de diciembre, antes de que demos paso al 2021.

            Todos recordamos la felicitación que el señor Sánchez hizo a su persona por la buena gestión de la pandemia en la llamada “primera ola”. Y es que, según sus propios cálculos, había salvado la vida a casi medio millón de españoles. Pero claro, nunca llueve a gusto de todos, pues esos muertos que no lo han sido han puesto en grave peligro la sostenibilidad del sistema sanitario y del fondo de pensiones.

            Pedro Sánchez se reunió con su persona y tras varios segundos de reflexión llegó a esta grandiosa conclusión: “a grandes males, grandes remedios”. Y así le surgió la idea de aprobar la ley de la eutanasia. Una ley que tratará de compensar todas esas vidas salvadas con el sacrificio voluntario de las personas ancianas, enfermas y desesperadas.

            Llega ya el año 2021 y los españoles nos podremos felicitar por el fantástico Gobierno que tan bien dirige nuestras vidas hacia el totalitarismo y el integrismo igualitario. Alguno dirá que tenemos lo que nos merecemos y así será si los mal llamados “progresistas” vuelven a ganar las próximas elecciones generales. Aunque, claro está, muchos de sus detractores ya no podrán votar por haber pasado a mejor vida. Pero bien, no hay mal que cien años dure y menos aún si las únicas familias que tienen más de dos hijos son aquellas que desean “conservar” el sentido común y la realidad de las cosas.

La otra crisis: Penuria docente

            Se acerca la Navidad y el final de un año que pasará a la historia por culpa de las desgracias que nos ha ocasionado ese terrible virus. Un virus que ha transformado nuestras vidas de arriba abajo y que se ha llevado antes de hora a miles y miles de seres queridos.

            Llega la Navidad, tiempo de compartir, y por doquier nos llega información de innumerables campañas solidarias, pues la necesidad cada vez alcanza a más personas. Y entre esas personas también se encuentran ahora algunos docentes de Religión de la escuela pública valenciana.

            El gobierno progresista valenciano permitió, hace cinco o seis años, que cada equipo directivo decidiera si en su colegio se impartía una o dos sesiones semanales de la asignatura de Religión en la etapa de Primaria. Y claro está, muchos de ellos optaron por una sola sesión semanal. De ese modo, de forma automática, los maestros de esos centros pasaron a tener media jornada.

            El gobierno valenciano decidió también que, desde el pasado curso, desaparecían los centros con dos líneas lingüísticas, una en valenciano y otra en castellano. Ahora ya han de optar por el valenciano o el castellano como lengua vehicular. Así, casi sin quererlo, al no existir ya la separación lingüística, se pueden reagrupar a todos los alumnos de Religión de varias clases de un mismo curso. Y por eso, una vez más, algunos docentes dejaron de disfrutar de una jornada completa.

            El gobierno valenciano no ha reparado en gastos para contratar a un sinfín de maestros que refuercen las plantillas en estos tiempos de pandemia. Ha contratado a jornada completa a cientos de maestros de la bolsa, cuando en esos centros ya estaban dando clase maestros de Religión con disponibilidad horaria y con la misma titulación que esos otros docentes interinos. Pero va a ser que no, pues la Conselleria de Educación ha dictaminado que los profesores de Religión no pueden realizar ni sustituciones ni apoyos ni refuerzos. ¿Por qué será? ¿Por animadversión ideológica propia? ¿Por el temor a recibir quejas de las familias de los niños que no cursan Religión o más bien por si alguno de ellos se anima a cursarla tras tratar y conocer a estos maestros?

            Llega la Navidad, tiempo de compartir y de ayudar a un buen número de maestros de Religión que no llegan a fin de mes porque su nómina, que en algunos casos es la única que entra en casa, no supera los novecientos euros.

La otra crisis: Los amargos aplausos del sinvivir

            Dicen que la ignorancia es muy atrevida y así lo han corroborado los políticos españoles que han votado a favor de una ley de eutanasia que da luz verde al exterminio de todas aquellas personas que supongan una carga social o sanitaria.

            Yo no había nacido en el año 1939, pero seguro que los parlamentarios alemanes también aplaudieron y alzaron su brazo ante Hitler cuando, a instancias de éste, aprobaron su ley de eutanasia. Yo no había nacido entonces ni soy alemán, pero de haber vivido en aquel país en aquella época, la aprobación de esa ley hubiera supuesto la firma de mi sentencia de muerte.

            Resulta que un servidor sufre una discapacidad; diversidad funcional se dice ahora; y la aprobación de esta ley de eutanasia me pone entre la espada y la pared. Dentro de unos pocos años, cuando mi estado físico requiera aún más cuidados, alguien me podría recriminar mi falta de solidaridad social. ¿Cómo es posible que el Estado se gaste en mi persona miles de euros al mes en medicación mientras las colas del hambre aumentan por doquier? ¿Cómo me atreveré a pedir una prestación que me mantenga cuando ya no pueda trabajar mientras haya personas que cobran sueldos miserables e indignos?

            La ley de la eutanasia se ha aprobado por mayoría absoluta en el Parlamento español, y en sus paredes han resonado los aplausos y vítores de todos esos políticos que le han dado su respaldo. Pues esos aplausos, esos vítores, no pueden acallar la sinrazón de su decisión. Esos aplausos y esos vítores resultan un grave insulto a la dignidad de las personas enfermas y ancianas. Es una auténtica vergüenza que esta ley inmoral sea recibida con un entusiasmo que resulta inexplicable para la gente de bien.

            La ignorancia es muy atrevida, pero también es cierto que impide medir las consecuencias de los actos. Porque esta ley de eutanasia que han aprobado también ha supuesto la firma de una sentencia de muerte futura para muchos de los políticos que han votado a su favor. Y es que, como bien dice el refranero, a cada cerdo le llegará su San Martín.

La otra crisis: Exterminio natural

        Mientras los españoles estamos pensando en cómo y dónde vamos a celebrar la Navidad, nuestro Gobierno va a ejecutar una ley de la eutanasia para instaurar del todo esa cultura de muerte que envuelve a esos políticos que se autodenominan progresistas.

            Antes de que celebremos el nacimiento del Niño en el portal de Belén y que llegue el nuevo año, este Gobierno pretende aprobar también la nueva Ley de educación y unos presupuestos que cuentan con el apoyo de los partidos que anhelan la desintegración de España. Y eso que seguimos en un estado de alarma que perdurará hasta el próximo mes de mayo.

            Pasarán los años y cada vez será mayor el número de personas que opten por adelantar su muerte “natural”. Ancianos, enfermos crónicos, personas con discapacidades severas o afectadas por una depresión, son candidatos claros para solicitar ese nuevo servicio que nos ofrecerá la sanidad pública. Y si alguno se despista, tiene alguna duda o se niega a aceptar su singular situación, su propio médico será el que podrá aprobar su muerte “digna” y poner fin a tanta indecisión.

            Este Gobierno presume de progresista, de institucionalizar derechos sociales, pero adolece de una ignorancia histórica que deja en evidencia su sectarismo ideológico. Porque resulta que la Ley de la eutanasia ya se aprobó en un país europeo hace más de ochenta años. Sí, la impuso un señor llamado Hitler en la Alemania nazi de 1939. Así es el “progresismo” de este Gobierno. Ver para creer.

La otra crisis: ¿Llega la Navidad?

           Este año es un querer y no poder que a más de uno le está costando entrar en una depresión indefinida. Porque ya empezó el Adviento y persiste este estado de alerta, los toques de queda y las restricciones numéricas. Esta Navidad será diferente en las formas, pero no necesariamente en el fondo.

            Aunque también es cierto que las formas, lo externo, no ha cambiado mucho en algunos centros escolares. Allí resuenan nuevamente esas canciones que nos hablan de la bondad, del compartir, del amor y de la solidaridad, sin mencionar para nada que vamos a celebrar el nacimiento de un Niño que cambió de arriba abajo la historia de la humanidad. ¿Y qué pasa con la decoración de sus aulas, pasillos y demás estancias? Pues que ya se ven allí cientos de copitos de nieve, abetos, ciervos o renos y a ese señor gordito, barbudo y vestido con un pijama de color rojo, que vino de América con un refresco de cola en la mano. ¿Y dónde está la figura de ese Niño que a docentes y discentes les va a permitir disfrutar de unas extensas vacaciones? ¿Cómo es posible que en esos colegios se siga celebrando una fiesta de cumpleaños dejando fuera al Niño que debería soplar las velas de la tarta?

            Lo externo no ha cambiado mucho y por eso, cuando llegue el último día de clase, seguiremos escuchando en boca de muchos ese “felices fiestas” que nos conducen a la nada. Porque no hay nada más triste que querer organizar una fiesta sin nada que celebrar. Porque en estos tiempos de confinamientos, toques de queda y restricciones sin ton ni son, necesitamos más que nunca contemplar a ese Niño que nació en Belén y que llenó la tierra entera de luz, esperanza y amor.

            Esta Navidad será diferente en las formas, pero no en el fondo. Por eso, de todo corazón, les deseo una feliz y santa Navidad.