La otra crisis: ¿el aprobado justifica los medios?

            Los niños, sobretodo cuando son pequeños, aprenden por la imitación y la repetición de lo que ven hacer y decir a sus padres, a los familiares más cercanos y a sus maestros. De ahí la gran responsabilidad que estas personas tienen de ofrecerles un modelo válido, fundamentado en la verdad, en la realidad de las cosas, para que los niños crezcan en libertad por el camino que lleva al bien, a la felicidad.

            Por eso la televisión, también la prensa y la radio, ha de permanecer apagada durante estos días en que se celebra el debate de la investidura del candidato a la presidencia del Gobierno de España. Y todo porque hay que proteger a los niños de una falacia: el fin justifica los medios. Un fin que en el caso de los políticos se identifica con una buena nómina, un gran pedazo de pan que alegrará a los suyos, y un trato distintivo, casi exclusivo, que les mantendrá dentro de una élite privilegiada.

            Visto lo visto, ser testigos de la votación a favor de la investidura del candidato Sánchez llevaría a los niños a pensar que se puede justificar cualquier fraude, si el fin que se persigue le beneficia a uno o a los suyos. Si la mayoría de nuestros dirigentes políticos son capaces de dejar a un lado el sentido común, y hasta la voz de su conciencia, por un plato de lentejas, nuestros discentes pensarán que tienen luz verde para copiar en un examen y hasta se atreverán a exigir pasar de curso con todas las asignaturas suspendidas.

La otra crisis: ni una sola gota de sangre

            El uso de la violencia deslegitima cualquier reivindicación política, pues ninguna postura nacionalista, ni la misma independencia de una comunidad autónoma o de todas ellas, vale ni una sola gota de sangre de un ser humano, sin que importe el lado del espectro político en que éste se encuentre.

            Los pactos que está estableciendo el Gobierno en funciones con movimientos políticos independentistas no merecen una respuesta violenta por parte de las personas que se oponen a esos acuerdos o de las personas que los aprueban. Por mucho que duela esa claudicación de nuestro Estado de Derecho, o por mucho gozo que produzca, no podemos dejar a un lado el sentido común y la cordura.

            Dejemos a un lado la crispación que hace surgir la violencia verbal o física, manifestémonos de forma pacífica a favor o en contra, critiquemos las ideas, las opiniones o las posturas políticas que nos desagraden, pero salvemos siempre a las personas que las sustentan.

            Aprendamos de la historia para no cometer los mismos errores que se realizaron en el pasado y tengamos claro que ni el Universo entero vale más que la vida de un solo ser humano.

La otra crisis: amnistía fetal

   Nuestro Gobierno en funciones no para de trabajar para encontrar argumentos inverosímiles que justifiquen una tropelía patriótica e histórica. Y en esa búsqueda surrealista que justifique la amnistía a los que atentaron contra la Constitución y violentaron las instituciones democráticas y a las fuerzas del orden, tomando como rehenes a la ciudadanía catalana y española, reluce un halo de esperanza. Porque si esta amnistía a los golpistas y a sus secuaces es considerada decente y constitucional, cualquiera otra amnistía podrá serlo igualmente.
    Este Gobierno ya declaró una amnistía escolar cuando aprobó esa Ley de Educación que permite pasar de curso y hasta obtener el título de Bachiller con alguna asignatura suspendida. Por eso, aprovechando que en esta España progresista tiene cabida cualquier barbaridad que convenga al “interés general”, propongo una “amnistía fetal” que derogue la ley del aborto y absuelva de la pena de muerte a cientos de miles de seres humanos. Y es que está en juego la supervivencia de Pedro Sánchez y la de su corte de palmeros, porque nos encontramos en una emergencia demográfica y peligra el futuro cobro de sus generosísimas pensiones.
    Es urgente que se aplique ya esa amnistía por la vida, pues también las aulas de nuestros colegios se están quedando vacías y miles de docentes se van a quedar sin trabajo. Y que no nos venga el señor Sánchez, capaz es, con que contamos con su “amnistía final”: la eutanasia. ¿Será que aún no se ha enterado que toda persona desea vivir y que lo único que la atenaza es el miedo a sufrir? ¡Así nos va!

La otra crisis: un Gobierno exclusivista

            Un tripartito de izquierdas, autodenominado progresista y feminista, gobernó en la Comunidad Valenciana durante ocho años gracias a un “pacto del Botánico” que resultó ser de hoja caduca.

            Este Gobierno presumía también de fomentar la inclusión, de velar por los más débiles y desfavorecidos de esta sociedad neoliberal excluyente. Quizás por eso pensó en los pobres interinos y diseñó un magno concurso para que pasaran a ser, gracias a los méritos acumulados por los años de incontables destinos y tipos de jornada laboral, funcionarios de carrera sin necesidad de aprobar una oposición.

            Y ahí estaba, por ejemplo, doña Raquel Tamarit, consejera progresista de Educación del anterior gobierno, que diseñó, junto a su equipo asesor, un plan para la estabilización de 7.555 interinos de todas las etapas y especialidades educativas. Gracias a ella, y a su equipo progresista de asesores, fuimos sabedores de un milagro patente: la “uniformidad funcional” de toda esa bolsa de interinos. Pues de esas 7.555 plazas ofertadas en este concurso de méritos, se reservaron para las personas con discapacidad, con diversidad funcional se llama ahora, un total de… ¡cero plazas!

            Ya dice un refrán que “obras son amores y no buenas razones”. Pues en aquella decisión de ese Gobierno, autodenominado progresista y muchas cosas más acabadas en “-ista”, como exclusivista, brillaron por su ausencia las palabras y las obras. Quizás por esto mismo, por su incongruencia sectaria, perdieron las últimas elecciones autonómicas y forman ahora parte de la oposición al actual Gobierno conformado por el Partido Popular y Vox.

La otra crisis: una educación angelical

           Algunos andan errados cuando afirman que toda acción adornada o guiada por los sentimientos es verdadera y debe alentarse para no crear trauma infantil alguno. Sólo se atreven a poner un límite a ese desenfreno afectivo, y es la supuesta libertad de los demás. Olvidan estas personas que la libertad bien entendida no encuentra su límite en la de los demás, pues ésta nos capacita para realizar el bien bajo el amparo de la razón y ahí convergen los intereses de todos los seres humanos.

            El día dos de octubre se celebra a los Santos Ángeles Custodios y por eso no viene mal recordar, sobre todo a padres y docentes, el Evangelio que se lee en la misa de este día y que afirma, en boca de Jesucristo, lo siguiente: “guardaos de despreciar a uno de estos pequeños, porque os digo que sus ángeles en los cielos están viendo siempre el rostro de mi Padre que está en los cielos”.

            Ningún docente, sin importar en qué etapa educativa imparta clase, despreciará a un niño de forma consciente. Pero algunos sí que se atreven a ignorar la verdad sobre el ser humano y ponen en jaque la inocencia de sus pequeños discentes exponiéndolos a aberraciones indignas para cualquier persona, sin importar su edad. ¿Y qué se puede hacer para obrar correctamente cuando uno anda falto de formación? Pues considerar que esos niños que pueblan nuestras aulas están custodiados por ángeles celestiales y que, por eso mismo, el mismo Cristo está ahí presente junto a ellos. De ahí que la delicadeza en el trato presidirá las relaciones de los unos con los otros, y el sentido común afianzará esa inocencia infantil que nos hace gozar el cielo aquí en la tierra.

La otra crisis: educación musical de la sexualidad

            Decía un buen profesor universitario que si la verdad no existía, no sabía qué es lo que él estaba enseñando a sus alumnos: ¿una mentira tras otra? Y algo así ocurre cuando hablamos de la educación de la sexualidad en esta era progresista: se deja a un lado la verdad de fondo, su individualidad masculina o femenina, su carácter procreativo y unitivo, y se profundiza en esa visión egoísta que sólo busca el placer individualizado y la confusión ideológica basada en el sentimentalismo.

            De ahí que algunos padres traten de educar a sus hijos en la verdad, por muy burda que ésta resuene, a tiempo y a destiempo, y hasta escuchando canciones en sus viajes por la carretera. Esa tarde le tocó a la madre elegir la primera pieza, tras consultar a la hija quién iba a ser el primero en elegir, claro está, y puso en su móvil una canción muy marchosa de la década de los noventa. Después, con el permiso concedido por la niña, le tocó el turno al padre y éste quiso aprovechar esa oportunidad para profundizar en una gran verdad sobre el cuerpo sexuado del ser humano. Tras escuchar la canción paterna “educativa”, le tocó el turno de elección a la hija de tres años y ésta afirmó sin dudarlo: quiero la misma canción que papá. Y ahí que volvieron a resonar esos mismos acordes y el acompañamiento coral familiar.

            Más de uno ya se imaginará qué melodía se oyó doblemente durante el viaje en coche esa tarde de finales del verano. Así es. Era la versión primigenia, no la actualizada por la corrección política imperante, de una canción de “Los Inhumanos” que repite constantemente dos verdades corroboradas desde siempre por la ley natural: las chicas no tienen pilila y nunca la tendrán.

La otra crisis: el ninguneo religioso

            La Constitución española del año 1978 está de soberbia enhorabuena, pues nunca en su casi medio siglo de historia se ha hablado tanto de ella para bien y para mal. Algunos grupos políticos desean su derogación y la redacción de una nueva Carta Magna propia y exclusiva para cada uno de los territorios con ansias independentistas que en la actualidad conforman la nación española. Otros, muy al contrario, afirman que la actual Constitución es una maravilla y que ha de mantenerse tal cual está durante muchos años más, pues nos ha otorgado el periodo más brillante de la historia reciente de España.

            Pues resulta que unos y otros están manipulando la Constitución a su antojo, según su conveniencia ideológica, para justificar sus desmanes y aparentar una legalidad que resulta ser inmoral. Ahí está, por ejemplo, el artículo 15 que otorga a “todos” el derecho a la vida. Un derecho que las leyes del aborto y de la eutanasia se saltan a la torera bajo el amparo de los gobiernos de turno y hasta del mismísimo Tribunal Constitucional.

            ¿Y qué decir del artículo 14? ¿Ése que afirma que todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión…? Pues que también, hasta en algunos centros educativos, se hace caso omiso de él. Ahí está, por ejemplo, un instituto de Torrent, llamado “Veles e Vents”, que ha creado “clases gueto” donde se arrinconan a todos aquellos estudiantes que han decidido cursar la asignatura de Religión católica. Y seguro que no faltan las sabias justificaciones para este agrupamiento discriminado por parte de su equipo directivo, como la falta de espacio o de profesores de Religión, la imposibilidad de cuadrar los horarios o de la negativa de los propios tutores para dispensar la atención educativa a la que tienen derecho todos aquellos alumnos que no cursan Religión. Pero la verdad es que a todos los alumnos de Religión de ese instituto se les niega la posibilidad de matricularse en los grupos de sus otros compañeros o de elegir las tutorías de determinados profesores con los que sintonizan mejor. Ni qué decir tiene que la discriminación sería premeditada y del todo injusta si esa concentración en una sola aula se realizara para que el resto del instituto entre más tarde a clase o se vaya antes a casa, mientras ese grupo estigmatizado de pringados espirituales está recibiendo las clases de Religión. Pues eso… ¡que viva la Constitución!

La otra crisis: una piedra de molino escolar

            Empieza un nuevo tiempo de esperanza, de sonrisas limpias y de sollozos caducos, aunque los agoreros de siempre sólo nos hablen del dinero que cada familia va a desembolsar en el inicio del curso escolar de sus hijos.

            Llegó por fin el mes de septiembre, el mes esperado por muchos padres que ya no saben qué hacer con sus hijos tras dos meses de vacaciones escolares. Llega la incertidumbre, el temor a lo desconocido, para aquellos que empiezan una nueva etapa educativa o que han cambiado de colegio, y se renueva la responsabilidad de unos docentes, también ilusionados, que han de lidiar con el afán de intromisión ideológica de este Gobierno en funciones.

            Menos mal que el sentido común impera en la mayoría de los maestros de nuestro país y que, por ello, son sabedores de que lo que debe prevalecer es la verdad de las cosas y no unas opiniones infectadas por un sentimentalismo enfermizo. Y la verdad es que todo niño, a tenor de lo que dicta la ley natural, tiene derecho a ser criado por una madre y por un padre que se quieran, y que lo quieran, sin condiciones. Y ese cariño, junto a la voluntad de asumir los compromisos adquiridos, será el motor educativo que propicie para cada niño un proyecto personal de vida donde no falte el afecto, el trabajo, la cultura y la amistad.

            Pretender y afirmar que los niños tienen derecho a ser queridos y a tener relaciones sexuales con personas de cualquier edad, con el estúpido añadido de “consentidas”, demuestra una total ignorancia sobre la psicología infantil y las verdaderas necesidades intelectivas, afectivas, corporales, volitivas y espirituales de los niños. Más aún, esa pretensión de deformar la conciencia de los niños y de robarles su inocencia es una auténtica perversión de alcance diabólico. Un auténtico escándalo que clama al cielo y que debería condenar a sus ideólogos a que les colgaran una piedra de molino al cuello para ser arrojados al mar, antes de hacer tropezar a uno de esos pequeños que inundan de alegría y de ilusión las aulas de nuestros colegios.

La otra crisis: el negocio de la educación

            Llegó el verano y ya se pusieron en marcha las múltiples ofertas lúdicas que se ofertan a las familias para entretener a los niños que tienen a sus padres castigados sin vacaciones. Porque no todo el mundo se va de vacaciones durante el mes de julio o el mes de agosto. Y aunque uno de los objetivos de esos cursos de verano es mantener ocupados a los niños en actividades formativas, otro cometido, no menos importante, es servir de guarda mientras sus padres están trabajando.

            Alguno dirá que las asociaciones y los centros educativos que ofertan los cursillos veraniegos sólo buscan ganar dinero, tener un ingreso extra que les permita mejorar sus instalaciones o dar trabajo como monitores a sus familiares y amigos. Y quizá ahí esté la clave de la intención principal que mueve a sus organizadores, vista la rentabilidad o no de esa actividad lúdica y formativa.

            Nadie pone en duda que es lícito buscar la mayor rentabilidad posible en las actividades que uno organiza y que está en su pleno derecho si las suspende cuando no se alcanza la ganancia económica prevista. Pero también es verdad que todavía existen colegios donde el objetivo principal de toda su labor es servir y formar a las familias, con la intención de que éstas aporten su granito de arena en la mejora de nuestra sociedad. Y por eso muchas veces se conforman con cubrir los gastos, e incluso ni eso, de los cursos y actividades que realizan. Y todo porque la educación es un negocio que no se puede pagar con dinero.

La otra crisis: La tumba del progresismo conservador

           Los centros educativos privados están muy preocupados por el avance negativo de la natalidad en España y por la desaparición en la Lomloe del concepto de “demanda social”, ése que les permitía ampliar el número de aulas para cubrir todas sus solicitudes de matrícula. En cambio, los centros educativos públicos están menos inquietos ante ese descenso de la natalidad, pues los puestos de trabajo de sus maestros funcionarios están asegurados, en un centro o en otro, y porque gracias a la nueva Ley de educación se ha eliminado la posibilidad de que haya una desbandada masiva de alumnado en busca de una educación privada que, a priori, asegura una formación moral y religiosa más acorde a la tradición cultural de las familias españolas.

            Algunas personas progresistas presumen de las bondades legislativas aprobadas durante la vigencia de la Segunda República española. Y uno se pregunta por qué nada dicen de una de las leyes sancionadas por la Generalitat de Cataluña el 25 de diciembre de 1936 y que después haría suya el gobierno del presidente Largo Caballero. El día de Navidad del año 1936, como un adelanto demoniaco a la sentencia de muerte dictada por el rey Herodes, se aprobó en Cataluña el aborto libre durante las doce primeras semanas de embarazo. Una ley que se aplicaría en 1937 en el resto de la España republicana y que sería derogada por el dictador Franco al llegar al poder.

            Pedro Sánchez y sus socios de Gobierno ansían el regreso de un tercer periodo republicano en España, pero no para liberalizar el aborto. Zapatero ya fue un poco más allá de la crueldad dictada por la ley republicana de 1936 y liberalizó el aborto durante las catorce primeras semanas de embarazo en el año 2010, modificando la ley de 1985 que lo despenalizaba en tres supuestos.

            Muchos de los centros educativos públicos y privados de nuestro país no existirían en la actualidad de seguir vigente aquella ley del aborto del año 1936. Tampoco Pedro Sánchez podría aspirar a repetir como presidente del Gobierno español si pudieran votar el millón de ciudadanos españoles mayores de 18 años que se vieron privados de su derecho a la vida entre los años 1985 y 2005 por culpa de la ley del aborto. La cuestión es que, de seguir con esta premisa, tampoco el señor Núñez recibiría el voto de ese millón de españoles víctimas del aborto. Cosas que pasan a aquellos políticos conservadores que lo son por su empeño en “conservar” todas esas leyes retrógradas de los mal llamados progresistas.