La otra crisis: el ninguneo religioso

            La Constitución española del año 1978 está de soberbia enhorabuena, pues nunca en su casi medio siglo de historia se ha hablado tanto de ella para bien y para mal. Algunos grupos políticos desean su derogación y la redacción de una nueva Carta Magna propia y exclusiva para cada uno de los territorios con ansias independentistas que en la actualidad conforman la nación española. Otros, muy al contrario, afirman que la actual Constitución es una maravilla y que ha de mantenerse tal cual está durante muchos años más, pues nos ha otorgado el periodo más brillante de la historia reciente de España.

            Pues resulta que unos y otros están manipulando la Constitución a su antojo, según su conveniencia ideológica, para justificar sus desmanes y aparentar una legalidad que resulta ser inmoral. Ahí está, por ejemplo, el artículo 15 que otorga a “todos” el derecho a la vida. Un derecho que las leyes del aborto y de la eutanasia se saltan a la torera bajo el amparo de los gobiernos de turno y hasta del mismísimo Tribunal Constitucional.

            ¿Y qué decir del artículo 14? ¿Ése que afirma que todos los españoles son iguales ante la ley, sin que pueda prevalecer discriminación alguna por razón de nacimiento, raza, sexo, religión…? Pues que también, hasta en algunos centros educativos, se hace caso omiso de él. Ahí está, por ejemplo, un instituto de Torrent, llamado “Veles e Vents”, que ha creado “clases gueto” donde se arrinconan a todos aquellos estudiantes que han decidido cursar la asignatura de Religión católica. Y seguro que no faltan las sabias justificaciones para este agrupamiento discriminado por parte de su equipo directivo, como la falta de espacio o de profesores de Religión, la imposibilidad de cuadrar los horarios o de la negativa de los propios tutores para dispensar la atención educativa a la que tienen derecho todos aquellos alumnos que no cursan Religión. Pero la verdad es que a todos los alumnos de Religión de ese instituto se les niega la posibilidad de matricularse en los grupos de sus otros compañeros o de elegir las tutorías de determinados profesores con los que sintonizan mejor. Ni qué decir tiene que la discriminación sería premeditada y del todo injusta si esa concentración en una sola aula se realizara para que el resto del instituto entre más tarde a clase o se vaya antes a casa, mientras ese grupo estigmatizado de pringados espirituales está recibiendo las clases de Religión. Pues eso… ¡que viva la Constitución!

La otra crisis: una piedra de molino escolar

            Empieza un nuevo tiempo de esperanza, de sonrisas limpias y de sollozos caducos, aunque los agoreros de siempre sólo nos hablen del dinero que cada familia va a desembolsar en el inicio del curso escolar de sus hijos.

            Llegó por fin el mes de septiembre, el mes esperado por muchos padres que ya no saben qué hacer con sus hijos tras dos meses de vacaciones escolares. Llega la incertidumbre, el temor a lo desconocido, para aquellos que empiezan una nueva etapa educativa o que han cambiado de colegio, y se renueva la responsabilidad de unos docentes, también ilusionados, que han de lidiar con el afán de intromisión ideológica de este Gobierno en funciones.

            Menos mal que el sentido común impera en la mayoría de los maestros de nuestro país y que, por ello, son sabedores de que lo que debe prevalecer es la verdad de las cosas y no unas opiniones infectadas por un sentimentalismo enfermizo. Y la verdad es que todo niño, a tenor de lo que dicta la ley natural, tiene derecho a ser criado por una madre y por un padre que se quieran, y que lo quieran, sin condiciones. Y ese cariño, junto a la voluntad de asumir los compromisos adquiridos, será el motor educativo que propicie para cada niño un proyecto personal de vida donde no falte el afecto, el trabajo, la cultura y la amistad.

            Pretender y afirmar que los niños tienen derecho a ser queridos y a tener relaciones sexuales con personas de cualquier edad, con el estúpido añadido de “consentidas”, demuestra una total ignorancia sobre la psicología infantil y las verdaderas necesidades intelectivas, afectivas, corporales, volitivas y espirituales de los niños. Más aún, esa pretensión de deformar la conciencia de los niños y de robarles su inocencia es una auténtica perversión de alcance diabólico. Un auténtico escándalo que clama al cielo y que debería condenar a sus ideólogos a que les colgaran una piedra de molino al cuello para ser arrojados al mar, antes de hacer tropezar a uno de esos pequeños que inundan de alegría y de ilusión las aulas de nuestros colegios.

La otra crisis: el negocio de la educación

            Llegó el verano y ya se pusieron en marcha las múltiples ofertas lúdicas que se ofertan a las familias para entretener a los niños que tienen a sus padres castigados sin vacaciones. Porque no todo el mundo se va de vacaciones durante el mes de julio o el mes de agosto. Y aunque uno de los objetivos de esos cursos de verano es mantener ocupados a los niños en actividades formativas, otro cometido, no menos importante, es servir de guarda mientras sus padres están trabajando.

            Alguno dirá que las asociaciones y los centros educativos que ofertan los cursillos veraniegos sólo buscan ganar dinero, tener un ingreso extra que les permita mejorar sus instalaciones o dar trabajo como monitores a sus familiares y amigos. Y quizá ahí esté la clave de la intención principal que mueve a sus organizadores, vista la rentabilidad o no de esa actividad lúdica y formativa.

            Nadie pone en duda que es lícito buscar la mayor rentabilidad posible en las actividades que uno organiza y que está en su pleno derecho si las suspende cuando no se alcanza la ganancia económica prevista. Pero también es verdad que todavía existen colegios donde el objetivo principal de toda su labor es servir y formar a las familias, con la intención de que éstas aporten su granito de arena en la mejora de nuestra sociedad. Y por eso muchas veces se conforman con cubrir los gastos, e incluso ni eso, de los cursos y actividades que realizan. Y todo porque la educación es un negocio que no se puede pagar con dinero.

La otra crisis: La tumba del progresismo conservador

           Los centros educativos privados están muy preocupados por el avance negativo de la natalidad en España y por la desaparición en la Lomloe del concepto de “demanda social”, ése que les permitía ampliar el número de aulas para cubrir todas sus solicitudes de matrícula. En cambio, los centros educativos públicos están menos inquietos ante ese descenso de la natalidad, pues los puestos de trabajo de sus maestros funcionarios están asegurados, en un centro o en otro, y porque gracias a la nueva Ley de educación se ha eliminado la posibilidad de que haya una desbandada masiva de alumnado en busca de una educación privada que, a priori, asegura una formación moral y religiosa más acorde a la tradición cultural de las familias españolas.

            Algunas personas progresistas presumen de las bondades legislativas aprobadas durante la vigencia de la Segunda República española. Y uno se pregunta por qué nada dicen de una de las leyes sancionadas por la Generalitat de Cataluña el 25 de diciembre de 1936 y que después haría suya el gobierno del presidente Largo Caballero. El día de Navidad del año 1936, como un adelanto demoniaco a la sentencia de muerte dictada por el rey Herodes, se aprobó en Cataluña el aborto libre durante las doce primeras semanas de embarazo. Una ley que se aplicaría en 1937 en el resto de la España republicana y que sería derogada por el dictador Franco al llegar al poder.

            Pedro Sánchez y sus socios de Gobierno ansían el regreso de un tercer periodo republicano en España, pero no para liberalizar el aborto. Zapatero ya fue un poco más allá de la crueldad dictada por la ley republicana de 1936 y liberalizó el aborto durante las catorce primeras semanas de embarazo en el año 2010, modificando la ley de 1985 que lo despenalizaba en tres supuestos.

            Muchos de los centros educativos públicos y privados de nuestro país no existirían en la actualidad de seguir vigente aquella ley del aborto del año 1936. Tampoco Pedro Sánchez podría aspirar a repetir como presidente del Gobierno español si pudieran votar el millón de ciudadanos españoles mayores de 18 años que se vieron privados de su derecho a la vida entre los años 1985 y 2005 por culpa de la ley del aborto. La cuestión es que, de seguir con esta premisa, tampoco el señor Núñez recibiría el voto de ese millón de españoles víctimas del aborto. Cosas que pasan a aquellos políticos conservadores que lo son por su empeño en “conservar” todas esas leyes retrógradas de los mal llamados progresistas.

La otra crisis: la pena de muerte acabará con Sánchez

            Ya pasó el debate entre los dos candidatos a la presidencia del Gobierno y toda España pudo escuchar de boca del señor Núñez la canallada más vil que Sánchez y los suyos han perpetrado: la condena a muerte de los enfermos de ELA.

            El 8 de marzo del año 2022 se aprobó en el Congreso de los Diputados, por unanimidad parlamentaria, la proposición de la Ley ELA que iba garantizar la extensión de los cuidados paliativos a todos los enfermos, sobre todo a aquéllos que, por el elevado coste de los tratamientos no subvencionados por el Estado, se ven abocados a dejarse morir. Una ley que no entró en vigor jamás, y ya no lo hará, porque el PSOE amplió hasta en treinta ocasiones el plazo para presentar enmiendas a esta Ley.

            La respuesta a esa desidia socialista condenatoria está en esa otra propuesta de ley presentada un año antes, el 18 de marzo de 2021. Ese día se aprobó, promovida por el PSOE, por 202 votos a favor, 141 en contra y dos abstenciones, la proposición de ley de la eutanasia. Una ley que entró en vigor a toda prisa tres meses más tarde, el 25 de junio. Una ley pensada para poner punto final a las demandas de los enfermos de ELA sin recursos. Una ley de eutanasia que perdería en parte su razón de ser si se aprobara otra para hacerse cargo de los cuidados paliativos de estas personas enfermas de ELA que optan por la vida.

            Sólo por esa decisión, por esta orgullosa maldad que se niega a reconocer errores y a rectificar con humildad, Pedro Sánchez debería perder claramente la presidencia del Gobierno en las elecciones generales del próximo 23 de julio de 2023.

            En esta España progresista de mediados del siglo XXI sigue vigente la pena de muerte. Que no se nos olvide esto cuando vayamos a depositar nuestro voto en la urna el próximo domingo.

La otra crisis: ¿La violencia? ¡Claro que existe!

            Las piedras llovían desde la distancia y alguna de ellas impactó sobre su cabeza produciéndole una pequeña brecha. En ese momento puso en práctica ese ojo por ojo nada evangélico y lanzó contra su agresor todas las piedras que se le pusieron a mano. No supo de la suerte de su adversario, pues se fue raudo a su casa para poner remedio a esa pequeña herida que le escocía y que aún le sangraba.

            Tenía diez años y en aquella época los niños salían del colegio y volvían a casa solos, sin compañía adulta. Y no porque no existiera peligro alguno, sino porque la vida misma era la mejor maestra que uno podía tener para madurar y hacerse responsable de sus propios asuntos.

            Otra tarde regresaba a casa con un compañero de clase y nada más cruzar la pasarela se encontraron una pandilla de niñas que estaban “pasando revista” a los que por allí transitaban. Como con todos los demás, se interpusieron en su camino y la que lideraba el grupo, con una botella de cristal en una mano, les espetó un “arrodillaos “o” os rompo la botella en la cabeza”. Ambos se negaron a semejante humillación y su amigo recibió un sonoro bofetón en una de sus mejillas. Alzó la botella amenazándole a él de nuevo y éste volvió a negar con la cabeza. Vista su determinación, y también porque la igualaba en corpulencia, la chica se echó a un lado y los dos amigos reprendieron la marcha.

            Por estos sucesos fatídicos, y muchos otros, este niño fue sabedor de la existencia de la violencia, de esa tendencia a imponerse por la fuerza, a obligar y dominar a los más débiles en provecho propio. Una violencia que no hace distingos de género, de edad, de raza o de creencias, pues todos estamos cortados por el mismo patrón. Cualquier ser humano es capaz de lo mejor y de lo peor, pues todos estamos hechos de la misma pasta y tenemos en el alma esa cicatriz del Edén, herencia del mal actuar de nuestros primeros padres.

            El conocimiento de esta máxima nos hará más humildes y prudentes y nos ayudará a mirar con ojos de misericordia a los demás cuando cometan cualquier tropelía. Una injusticia que nosotros podemos cometer también si no ponemos los medios oportunos y buscamos las ayudas pertinentes. Y es que todavía no ha pasado de moda ese dicho de Jesús de “quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”. ¿No creen?

La otra crisis: el inevitable suicidio adolescente

            En las elecciones generales del próximo 23 de julio podemos sufrir un cambio de Gobierno singular, pues cabe la posibilidad de que el señor Feijóo sea el nuevo presidente y mantenga la ideología institucional impuesta por Pedro Sánchez, para centrarse en exclusiva, tal y como ya hizo Rajoy, en sanear la economía española.

            Alguno dirá que el señor Feijóo ha asegurado que pretende acabar con el “sanchismo” y que son tantas “leyes progresistas” que resulta difícil decidir qué ley se debe derogar primero. Y claro, mientras dure esa incertidumbre revocatoria, el nuevo Gobierno no se puede quedar de brazos cruzados contemplando cómo varios millones de españoles no llegan a fin de mes por culpa de las hipotecas.

            Pues sirvan estas líneas como una llamada de atención para que el señor Feijóo y los suyos contemplen la posibilidad de derogar con urgencia, lo antes posible, la “ley trans” y la ley de eutanasia y el suicidio asistido. Porque una es la que confunde y aturde el entendimiento de los adolescentes y la otra es la que invalida todo razonamiento que trate de evitar sus tentativas de suicidio.

            Algunos discentes de la etapa de Educación Primaria sufren porque sus sentimientos y modos de ver la vida están desorientados y no van en consonancia con lo que correspondería por su sexo y edad. Y ahora, con la aprobación de esa “ley trans”, sólo se les va a dar un diagnóstico a ese sentir diferente, disforia de género, y un solo tratamiento médico, cambio de sexo. Las familias, según marca esta ley, nada tienen que decir al respecto y no se pueden negar a que desde el centro educativo se inicie el proceso del cambio de sexo de sus hijos. Y así, sin contar con la opinión de los padres ni con el parecer de sus hijos, emprenderá un camino tortuoso y perenne, pues ese proceso se desarrollará de por vida y les marcará profundamente en todas las dimensiones de su personalidad.

             A lo largo de todo ese atormentado tratamiento, de ese señalamiento público por sentirse diferente, las tentaciones de acabar con su vida serán recurrentes. ¿Y qué argumento se le va a dar a un adolescente para que opte por la vida, si está vigente una ley de suicidio asistido que prioriza la voluntad individual de cada uno para acabar con su vida cuando se canse de existir? ¿Cómo van a reaccionar los jóvenes ante las graves contrariedades de la vida, si sus mayores, con el ejemplo por delante, optan por el suicidio asistido ante contrariedades menos gravosas?

            Lo dicho, señor Feijóo. No dude en derogar, de forma prioritaria, esa ley trans y esa otra de la eutanasia. Después ya podrá abordar otras muchas, como esa ley del aborto que va a hacer inviable el sistema de pensiones a muy corto plazo. Aquí queda dicho.

La otra crisis: la tiranía de la malformación sexual

            Ese chico lleva más de diez años, desde que cursaba Educación Infantil, recibiendo una consigna clara y unidireccional: el deseo de placer sexual, esas apetencias primarias que, aseguran con ignorancia, no hacen daño a nadie, debe ser aplacado sin represión alguna y guiado por las fantasías que a uno se le ocurran. De ahí que, siguiendo esas consignas y técnicas de malformación sexual, buscara de forma instintiva y desde bien pequeño el placer consigo mismo y también con los demás, con el consentimiento por delante, faltaría menos, sin importar el número de personas que conformara ese “los demás”.

            Pero resulta que ahora, cuando está a punto de finalizar segundo de Educación Secundaria, ha incumplido esa premisa inflexible de “no hacer daño a nadie”, pues va a maltratar a sus abuelos mandándolos al exilio vivencial. Y todo porque, a sus recién estrenados catorce años, “se ha echado” una novia y desea adelantar, nada menos que unos quince años, esa luna de miel que se suele realizar tras la boda. De todos modos, la degustación de la tarta nupcial sí que la pospondrán el tiempo que sea menester, todo sea dicho de paso. Pues lo que decíamos, que el destino elegido para satisfacer esa apetencia, ese deseo sexual alentado desde la tierna infancia que por derecho debe ser concedido y consumado, ha sido la vivienda actual de sus abuelos.

            El adolescente ha logrado torear los posibles remordimientos de su liviana conciencia, pues piensa que él no tiene la culpa de que sus abuelos vivan en un fantástico chalé, de que a su edad ya esté saliendo con una chica tan receptiva y de que sus padres se arrastren como esclavos ante todas sus apetencias. Por eso, el próximo fin de semana, sus abuelos han de dejar libre su propia vivienda, serán expulsados por tiempo definido de su hogar, para que su nieto y su joven novia puedan disfrutar de un nido de desamor egocéntrico fuera de tiempo y de lugar.

            Ver para creer y reflexionar, pues algo grave está fallando en la educación de la sexualidad que se imparte en el seno de las familias y en los centros escolares, donde el sentido común brilla por su ausencia y la confusión es el criterio que impera. Algo habrá que hacer, ¿no creen?

La otra crisis: nocturnidad de género

            Cuando uno está convencido de andar en la verdad no tiene reparo alguno en mostrar sus cartas, en dar a conocer cualquier dato, documento o prueba que los incrédulos le soliciten, en actuar de cara al público, tras una puerta de cristal transparente, y sin coaccionar en absoluto a los demás, pues es sabedor de que tras la verdad está la libertad y de que el bien es una luz atractiva y atrayente para todas las personas sencillas.

            Por eso es comprensible y nada sospechoso que los colectivos encargados de realizar los talleres de ideología de género en los centros educativos, formados por personas sin la titulación universitaria pertinente para impartir clases en una escuela, estén empeñados en que las familias no sean sabedoras del día y de la hora de la impartición de su taller progresista, en que los docentes salgan del aula mientras dure su actividad, con la excusa de que los discentes se expresen en libertad y sin la supuesta coacción de la autoridad del maestro, y que tampoco permitan que esos talleres se graben en vídeo y se hagan públicos y visibles en las páginas webs de los colegios. Así, de ese modo, toda persona interesada podría visionarlos y “se beneficiaría y se aprovecharía” de esas proclamas que afirman cosas como que uno puede sentirse niño o niña sin importar su sexo de nacimiento o que los infantes tienen derecho a mantener relaciones sexuales con adultos si les apetece y consienten en ello.

            Los colectivos LGTBI+ tienen blindadas sus actuaciones en los colegios gracias a las leyes retrógradas aprobadas por el Gobierno de Pedro Sánchez. Por eso, ante las próximas Elecciones Generales del próximo 23 de julio y un esperable cambio de color del Gobierno, no cabe otra que, mientras se derogan esas leyes y se aprueban otras, poner límites a la intrusión escolar de estos colectivos: la participación en esos talleres ideológicos será voluntaria y con el visto bueno por parte de cada una de las familias, los maestros permanecerán dentro del aula durante la impartición del taller y se encargarán de grabarlo para subir el vídeo a las redes sociales. Aquí queda dicho.

La otra crisis: ideología de género para bebés

           El pasado 26 de mayo tuvo lugar una actividad supuestamente cultural para bebés de cero a tres años en la Biblioteca Municipal de Algemesí: un cuentacuentos nada improvisado con la cuña de género más que preparada y sin venir a cuento, valga la redundancia.

            El animador, entre gritos de espanto, palmas y canciones, fue hilando una historia con un animal alternativo como protagonista. El pobre animal, que era una mezcla de búho y de ardilla, cantaba a las mil maravillas pero sólo cuando estaba despierto. Por eso su amo, empeñado en que cantara cuando estaba dormido, mandó que lo cocinaran en una pequeña olla donde no podía entrar si no era troceado minuciosamente. El cocinero, como era muy buena persona, no quiso desgraciarlo y lo lanzó por la ventana. Menos mal que por allí pasaba un águila que lo recogió y se lo llevó de viaje por el mundo a velocidad de crucero, acompañados por un viento que soplaba a su favor. Y así llegaron a un país donde un zorro pillo abría los sacos que tenía prohibido fisgonear, a otro donde vivía un oso que se comía a los niños que salían por la noche y a un lugar inhóspito donde habitaba una pareja de pingüinos machos la mar de simpáticos.

            Vista la edad de los participantes en este cuentacuentos, bebés de cero a tres años, y el argumento de la historia, con algarabías fuera de tono, desobediencia a los adultos, el fallido sacrificio culinario del protagonista o la aparición a ese oso monstruoso que amenazaba de muerte a unos niños que iban por la montaña, uno se pregunta si el animador cultural tenía alguna noción, por mínima que fuera, de psicología evolutiva.

            En cambio, es más que probable que la cuña final de apología de la ideología de género estaba preparada y que era uno de los propósitos inequívocos de esta actividad. Ahí estuvo a la vista del público, durante toda la representación, esa cartulina con el dibujo de los dos pingüinos machos, aunque no fue hasta el final, tras casi cuarenta minutos de actuación, cuando entraron en acción. Y lo bebés supieron, de boca del entusiasta cuentacuentos, que esos lindos pingüinos eran súper amigos, lo hacían todo juntos, incluso bailaban tango o lo que se preciara, y hasta construyeron un nido como las otras parejas de pingüinos del contorno. Pero, pobrecitos ellos, no pudieron poner ningún huevo en ese nido de amor, pues resulta que eran dos pingüinos machos. En eso apareció no sé quién que les regaló un huevo para que lo incubaran como hacían las demás parejas de pingüinos (se daba por supuesto que los bebés sabían que esas parejas estaban formadas por un pingüino macho y otro pingüino hembra). Y al cabo de un tiempo, cosas de la vida, les nació un lindo pollito y su corazón explosionó de alegría, pues se habían convertido en papás. Porque, claro está para cualquier bebé, existen muchos tipos de familias (de pingüinos, se presupone), como bien especificó el conductor de la farsa. ¡Faltaría menos!

            Y colorín, colorado, que no nos esperen en otra actividad cultural de la Biblioteca Municipal. Ah, por cierto, que el taller de lectura de temática LGTBI+ se celebrará una tarde de este mes de junio. ¡Gracias por avisar esta vez!