La peor noticia no es que en España se realizaron más de cien mil abortos en el año 2023, sino que han sido muy pocas las personas que se han visto interpeladas por esta cifra escandalosa, terrorífica y bochornosa. El aborto ha sido asumido por la población como si se tratara de un método anticonceptivo más, y son bien pocas las mujeres que se plantean dar en adopción a ese hijo que ya vive en sus entrañas, pese a que las listas de espera de familias que desearían acoger a ese niño son interminables.
Un servidor, que se dedica a la docencia de forma precaria por falta de alumnos que deseen cursar la asignatura de Religión y que acaba de recibir el pago de una nómina de 500€, quiere denunciar que con la muerte de esos cien mil niños inocentes también se ha truncado el proyecto profesional de seis mil maestras de jardín de infancia, de cinco mil maestros de Infantil y de Primaria, y de otros cuatro mil profesores de Secundaria. Y así, un año tras otro. Pues desde el desgraciado 1985, año en el que se aprobó el aborto en España, son más de cien mil los docentes que se han visto privados de su puesto de trabajo o que han sido contratados con jornadas reducidas.
El aborto es una desgracia, no un derecho. La vida sí que es un derecho que todo ser humano tiene desde el mismo momento de su concepción y hasta su muerte natural. Al igual que toda persona tiene derecho a un trabajo digno y todavía más si su función es ayudar a las familias en la educación de sus hijos. De ahí que me atreva a decirle al señor Pedro Sánchez: “menos aborto y más dignidad”.