La otra crisis: Referéndum por la República

            Pablo Iglesias sueña con una España republicana presidida por su persona de forma vitalicia y con derecho sucesorio. Una república con diecisiete estados independientes que le rendirían pleitesía por eterno agradecimiento.

            Pues para que Iglesias palpase de verdad el parecer del pueblo, no estaría mal que en la próxima encuesta del CIS del señor Tezanos, y a modo de consulta previa antes de un supuesto referéndum, apareciesen estas preguntas o algunas parecidas: “¿Qué forma de Gobierno prefiere usted? ¿Una República presidida por el señor Pablo Iglesias o una Monarquía Parlamentaria con el rey Felipe como jefe del Estado? En el caso de que ambas formas de Gobierno sean hereditarias, ¿a quién preferiría usted como presidente o jefe del Estado? ¿A uno de los hijos de Irene y Pablo o a la hija mayor de Leticia y Felipe?”.

            Alguno afirmará que no hace falta ninguna encuesta ni ningún referéndum, pues las respuestas a estas supuestas preguntas están más claras que el agua. Pero tratándose del CIS de Tezanos uno se podría esperar cualquier cosa. De todos modos, es más que seguro que sus protagonistas, Pablo y Felipe, sí que saben con certeza el parecer de la inmensa mayoría de los españoles. Quizá por eso a Iglesias y a los suyos no les queda otra que demonizar el reinado de don Juan Carlos I, para que el buen nombre y la utilidad de la Monarquía sean cuestionados por el pueblo español y aparezca así la posibilidad de derogar la Constitución de 1978 y proclamar una tercera República progresista, excluyente y bananera.

La otra crisis: Ética profesional concertada

           Esta terrible pandemia, y el anterior y probable próximo confinamiento, está afectando también a algunos centros educativos concertados, sobre todo a aquellos que ofrecen módulos de formación profesional y que pueden perder la ayuda económica si no consiguen un mínimo número de matrículas. En esos casos, cuando la Administración no cubre los gastos de docencia de un curso, no cabe otra que privatizar, que el centro y los discentes asuman los costes, o suprimir ese módulo y enviar al paro a los profesores que lo impartían.

            La incertidumbre de no saber qué pasará en septiembre también está afectando a las personas que ocupan los puestos directivos en esos centros concertados y que tienen a su cargo a un profesorado intranquilo, que no sabe cómo quedará su jornada laboral o si tendrá trabajo el próximo mes de septiembre.

            En momentos de crisis es donde se descubre el talante de las personas y su capacidad para gestionar con eficacia los problemas que van surgiendo un día tras otro. Por eso no es de recibo que los equipos directivos no se atrevan a hablar con claridad a los docentes que tienen a su cargo y explicarles, con la verdad por delante, cómo está la situación y por qué les van a reducir o suprimir su contrato laboral.

            Algunos de esos centros, además de preocuparse por la formación técnica de su alumnado, también tienen en cuenta su formación humana y trascendente. Es más, quizás fuese ese el motivo principal de su creación y el que justificaría su existencia actual. ¿Y qué pasa si esa formación virtuosa no acaba de dar sus frutos o está bajo mínimos? Pues que habrá que buscar una solución que rectifique el rumbo fallido, que podría pasar por una renovación total del claustro, o plantearse si el esfuerzo por mantener el centro abierto vale la pena. Porque si su ideario primigenio ya no impregna la realidad escolar, se habrá convertido en una escuela más entre muchas y habrá perdido su razón de ser. Y es que ya decía alguien eso de “renovarse o morir”, que bien podría quedar como un “retomar el camino o cerrar”.

La otra crisis: Creatividad vírica

            Los más pesimistas ya lo tienen claro: el próximo confinamiento está a la vuelta de la esquina. Y es que cada día aparecen nuevos brotes pese a la obligación del uso de la mascarilla, la desinfección constante de manos y el distanciamiento social. ¿Será posible que la expansión de este virus sólo se puede evitar si nos quedamos todos encerrados en nuestras casas?

            Las empresas y los autónomos que viven del turismo son conscientes de lo que supondrá para sus negocios un segundo confinamiento: el cierre definitivo. Por eso, mientras no aparezca un tratamiento efectivo o una vacuna que evite el contagio, hay que ir pensando en un plan alternativo. Este virus nos ha trastocado la vida a todos y no hay que descartar que aparezca en el futuro algún otro que necesite un tratamiento diferente o una nueva vacuna. Lo que antes sólo aparecía en las películas de terror se ha hecho realidad en este año 2020.

            Dejemos el pesimismo a un lado y apostemos por la creatividad. Los científicos están ahora centrados en encontrar la solución médica definitiva y las personas ingeniosas, quizá seas tú una de ellas, seguro que están dándole a la imaginación para ver de qué forma salimos adelante con virus o sin él.

La otra crisis: ¿Pobre de mí?

        Mis abuelos, hace ya bastantes años, pasaron unos días en Pamplona en plenas fiestas de San Fermín. La experiencia, según nos contaron, fue muy desagradable. Cuando de buena mañana salían a dar una vuelta para disfrutar del ambiente previo al encierro, tenían que ir muy atentos para no pisar a los que dormitaban tumbados en medio de la calle, rodeados de sus inmundicias y de un olor nauseabundo, una mezcla de alcohol, heces y orín.

            Quizá por eso sentí una profunda alegría cuando supe de la suspensión de las fiestas en honor a San Fermín por culpa del coronavirus. Una suspensión que habrá supuesto un gran alivio para muchísimas familias pamplonicas. Y no por el enorme desembolso económico que se han evitado, sino porque se han ahorrado innumerables broncas con sus hijos y el disgusto diario por no saber en qué condiciones iban a llegar a casa. Y a esa alegría por la suspensión de las fiestas pamplonicas se le ha sumado otra aún mayor. Y es que ya es oficial que tampoco se va a celebrar la semana taurina de mi pueblo, Algemesí.

            Alguno pensará que soy un animalista, contrario al maltrato animal y enemigo acérrimo de las corridas de toros. Pues no. Soy una persona que defiende la dignidad de todo ser humano. Una dignidad que se pierde cuando uno abusa del alcohol y de las drogas o cuando, sin un motivo grave, pone en peligro su vida y la felicidad de los suyos.

            Afortunado de mí, afortunado tú y tus familiares, pues este año los algemesinenses, al igual que lo estuvieron los pamplonicas, estaremos sobrios y lúcidos durante esa semana taurina que ya no se celebrará en el próximo mes de septiembre. Además, gracias a esta excepcional cancelación, más de uno y más de una evitarán hacer alguna tontería irreflexiva con posibles consecuencias a nueve meses vista.

            Está claro que pagan justos por pecadores, pero la culpa la tenemos las personas adultas que no hemos sabido imponer límites y normas a la juventud. Y mientras esto siga igual, ojalá también el año que viene se suspendan todas esas fiestas populares donde el desenfreno campa a sus anchas. Eso sí, que no sea por culpa de un nuevo coronavirus, sino por una cabal decisión de las autoridades y de las familias.

La otra crisis: Incredulidad vírica

           Decenas de miles de personas han fallecido por culpa del coronavirus a lo largo de estos últimos meses. Y pese a ser una cifra inasumible, la mayoría de las familias españolas se ha librado de perder a alguno de sus miembros por esta maldita enfermedad. A todos nos ha llegado la noticia del fallecimiento de un conocido, del familiar lejano de un amigo o de ese personaje famoso, pero no nos ha tocado vivir y sufrir la muerte en soledad de un padre, de una abuela, de un hijo o de una hermana. Y quizá por eso no nos acabamos de tomar muy en serio esas medidas higiénicas y sociales tan necesarias para que no surjan nuevos rebrotes.

            Y llegará septiembre y se reanudarán las clases en todos los centros educativos. Y será en octubre cuando quede en evidencia nuestra falta de conciencia o, Dios lo quiera, todo lo contrario, si los rebrotes brillan por su ausencia o son mínimos y bien localizados.

            Ahora llega el mes de agosto y toca fastidiarse un poco al tener que usar la dichosa mascarilla y el gel, evitar esos besos y abrazos, y el compartir la botella y el cigarrillo. Si pudiésemos conversar con alguna de las personas que han perdido a un ser querido, es más que seguro que nos quejaríamos lo más mínimo del fastidio rutinario que nos va a tocar vivir durante todo este verano. Y no te vale la excusa de que muchos jóvenes no hacen ni caso, pues si tú actúas en consecuencia habrá un irresponsable menos suelto por ahí. ¿No crees?

La otra crisis: Un desprecio vital invisible

            El partido Verde alemán pretende que sólo puedan trabajar en su sanidad pública aquellos médicos que estén dispuestos a realizar abortos. Más aún, quiere que en la carrera de Medicina exista una asignatura que capacite a los estudiantes para practicar futuros abortos. ¿Cómo es posible que atenten de una forma tan descarada contra la libertad de conciencia del personal sanitario? ¿Cómo les puede entrar en la cabeza el tratar de implantar una asignatura que niega una verdad científica tan evidente? Porque en el seno materno, desde el mismo momento de la concepción, crece un ser humano con un código genético único y con la necesidad de alcanzar una cierta madurez para poder sobrevivir, al cabo de nueve meses, fuera del cuerpo de su madre.

            Paradojas de la muerte, pues es más que probable que las clínicas privadas donde se practican abortos se posicionen en contra de esta pretensión del partido “progresista” alemán. Y no porque defiendan la dignidad de los médicos y la de los niños no nacidos, sino porque se les puede acabar su lucrativo negocio. Porque ese desprecio por la vida, ese interés por negar lo evidente y eliminar al ser más indefenso que existe, esconde una codicia irracional y una falta de empatía cercana a la brutalidad.

            Los españoles estamos de duelo porque esta pandemia ha acabado con la vida de decenas de miles de los nuestros. Y esa sensibilidad para con nuestros mayores es selectiva, o quizá discriminatoria, pues no se visualiza cuando nos comunican la cifra de abortos que cada año se practican en nuestro país. Y es que desde el año 1985 se han practicado en España cerca de dos millones y medio de abortos. ¿Para cuándo un funeral de Estado que rinda un merecido homenaje a todos aquellos que quisieron formar parte de nuestra historia y no pudieron porque no les dejamos nacer? ¿Para cuándo la derogación de esa ley inhumana del aborto que es una auténtica aberración histórica?

La otra crisis: El nacionalismo pecaminoso

            Los independentistas catalanes condenados por sedición ya disfrutan del tercer grado penitenciario. Unos dirán que se les ha aplicado un injusto trato de favor y otros que lo injusto era esa condena por saltarse “una ley española”. Lo que sí es cierto es la inmensa alegría que inundará el corazón de sus familiares y amigos y su falta de arrepentimiento. Los convictos ya han declarado que nada más puedan volverán a esas andadas independentistas que, al no estar amparadas por la ley, siguen siendo un delito.

            Ante semejante desbarajuste de pareceres ideológicos y legislativos, pese a estar en un mundo globalizado, y dado que alguno de los presos por sedición se declara públicamente creyente, no viene mal recordar unas palabras de san Josemaría que pueden dar nuevas luces a los que aún tengan alguna mínima duda: “Ama a tu patria: el patriotismo es una virtud cristiana. Pero si el patriotismo se convierte en un nacionalismo que lleva a mirar con desapego, con desprecio -sin caridad cristina ni justicia- a otros pueblos, a otras naciones, es un pecado (…) No es patriotismo justificar delitos… y desconocer los derechos de los demás pueblos (…) Ante el Señor, no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado… Cada uno de nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios: ¡todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos! (…) Rechaza el nacionalismo, que dificulta la comprensión y la convivencia: es una de las barreras más perniciosas de muchos momentos históricos. Y recházalo con más fuerza -porque sería más nocivo-, si se pretende llevar al Cuerpo de la Iglesia, que es donde más ha de resplandecer la unión de todo y de todos en el amor a Jesucristo”.

La otra crisis: Un Partido Popular en deriva hacia la izquierda

           El moderado Alberto Núñez Feijóo ha vuelto a ganar por mayoría absoluta en las elecciones gallegas. Algunos ya lo ven como el digno sucesor del sectario conservador y presidente nacional del Partido Popular, el señor Pablo Casado.

            Y todo porque Casado se empeña en mantenerse fiel a ese humanismo cristiano que antaño representara el ideal de vida de millones de españoles. Por eso, hasta hace algunos años, el Partido Popular era considerado un partido de derechas. Cuando Rajoy llegó a la presidencia rodeado de conservadores modernos, el PP pasó a considerarse un partido de centroderecha. Y ahora, qué casualidad, el señor Feijóo, en declaraciones a su cadena popular, alias la Cope, lo ha resituado en el centro político para alejarse lo más posible de Vox y ocupar también el espacio hipotético de Ciudadanos.

            Por eso, si esta deriva hacia la siniestra se mantiene y Feijóo ocupa la presidencia del Partido Popular nacional, es más que seguro que podremos considerar al PP como un partido de izquierdas que luchará por los votos progresistas y por los votos conservadores de todas aquellas personas que, ignorantes ellas, aún crean que el PP es un partido de derechas que conserva el humanismo cristiano que fue el origen de nuestra ya enclenque civilización.