Si uno analiza la ideología denominada “progresista”, puede llegar a la conclusión de que su programa solo pretende una cosa: la propagación de la cultura de la muerte.
Ahí tenemos el divorcio exprés, esa separación de una mujer y de un hombre sin necesidad de que haya causa alguna y con la posibilidad de que se produzca de forma unilateral. Y al sufrimiento de los hijos implicados en esa ruptura se le suma la predecible decisión de ese hombre y de esa mujer de no tener más hijos con su futura pareja.
La ley del aborto española, que consagra como un derecho fundamental la posibilidad de acabar con la vida del no nacido, es la constatación de la sinrazón de una ideología que, para imponerse en la sociedad, pisotea la dignidad de las personas.
La ideología de género, donde el sentimiento y el deseo nublan la razón y las evidencias científicas, está condenando a la infertilidad perenne, a la infelicidad y a la amargura constante, a todos esos niños que están recibiendo tratamientos hormonales desde su más tierna infancia. Y todo ello sin que sus padres puedan hacer nada por impedirlo, pues se arriesgan a perder su custodia si no se pliegan a esta ideología de la esterilidad.
Y ahora, al igual que lo hiciera el terrible régimen nazi, acaban de aprobar la ley de la eutanasia, ésa que abrirá las puertas de la muerte a todos esos ancianos y enfermos terminales que se sientan como una carga para el pretendido “estado del bienestar”. Es del todo macabro que el objetivo implícito de la eutanasia sea acabar con el elevado coste de los tratamientos médicos y de las pensiones. También borrará de un plumazo el supuesto agobio y preocupación filial de algunos hijos. Y así, en los centros médicos donde antaño se luchó sin descanso por salvarles la vida, se les inoculará a nuestros ancianos no ya esa vacuna que recibieron en primicia, sino una sustancia mortal que les producirá, según establece esta nueva ley de la eutanasia, una “muerte natural”.
Por eso, y por algunas cosas más, sería conveniente que toda esta gente que se autodenomina “progresista”, fieles seguidores de la cultura de la muerte, vistieran siempre enlutados. De ese modo, hasta los más despistados serán sabedores de a qué se exponen si les dan su voto en las próximas elecciones generales. ¿No les parece?