La otra crisis: El nacionalismo pecaminoso

            Los independentistas catalanes condenados por sedición ya disfrutan del tercer grado penitenciario. Unos dirán que se les ha aplicado un injusto trato de favor y otros que lo injusto era esa condena por saltarse “una ley española”. Lo que sí es cierto es la inmensa alegría que inundará el corazón de sus familiares y amigos y su falta de arrepentimiento. Los convictos ya han declarado que nada más puedan volverán a esas andadas independentistas que, al no estar amparadas por la ley, siguen siendo un delito.

            Ante semejante desbarajuste de pareceres ideológicos y legislativos, pese a estar en un mundo globalizado, y dado que alguno de los presos por sedición se declara públicamente creyente, no viene mal recordar unas palabras de san Josemaría que pueden dar nuevas luces a los que aún tengan alguna mínima duda: “Ama a tu patria: el patriotismo es una virtud cristiana. Pero si el patriotismo se convierte en un nacionalismo que lleva a mirar con desapego, con desprecio -sin caridad cristina ni justicia- a otros pueblos, a otras naciones, es un pecado (…) No es patriotismo justificar delitos… y desconocer los derechos de los demás pueblos (…) Ante el Señor, no existen diferencias de nación, de raza, de clase, de estado… Cada uno de nosotros ha renacido en Cristo, para ser una nueva criatura, un hijo de Dios: ¡todos somos hermanos, y fraternalmente hemos de conducirnos! (…) Rechaza el nacionalismo, que dificulta la comprensión y la convivencia: es una de las barreras más perniciosas de muchos momentos históricos. Y recházalo con más fuerza -porque sería más nocivo-, si se pretende llevar al Cuerpo de la Iglesia, que es donde más ha de resplandecer la unión de todo y de todos en el amor a Jesucristo”.

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