La terrible pandemia que nos afecta ha necesitado que el personal sanitario y las instalaciones hospitalarias estén centrados en atender a todos los afectados por el virus y en prevenir el contagio de las personas afectadas por otras patologías crónicas. Por ello, se han suspendido todas las pruebas y consultas médicas que no eran urgentes, las farmacias de los hospitales hacen llegar la medicación al domicilio de sus pacientes, se han activado teléfonos de atención sanitaria…
Francia ha adoptado medidas similares, aunque el ministro de Sanidad, el señor Olivier Véran, tiene una pavorosa preocupación añadida: el colapso sanitario ha reducido el número de abortos. Y ante esta apocalíptica realidad, ante este gran mal que podría suponer el aumento del consumo, la apertura de nuevas guarderías, el rejuvenecimiento de la población o el asentamiento futuro del sistema de pensiones, el Ministerio de Solidaridad y Salud francés ha reaccionado ideando un gran remedio: el establecimiento del aborto a domicilio. Si una mujer desea interrumpir para siempre su embarazo, no hará falta que se desplace a un hospital. Un equipo de personas con estudios sanitarios, que no merecen ser llamados médicos o enfermeros, se desplazarán a su casa para practicarle allí mismo el aborto.
Ojalá el Gobierno español, si se diera el caso, vea en la disminución del número de abortos una auténtica bendición, un brote de esperanza que nos ayudará a superar el desastre provocado por esta pandemia. Ante tanto sufrimiento por el número de fallecidos y contagiados, la sonrisa de un bebé nos puede infundir en el alma el gozo que tanto necesitamos en estos momentos.