La otra crisis: La locura del aborto

            La terrible pandemia que nos afecta ha necesitado que el personal sanitario y las instalaciones hospitalarias estén centrados en atender a todos los afectados por el virus y en prevenir el contagio de las personas afectadas por otras patologías crónicas. Por ello, se han suspendido todas las pruebas y consultas médicas que no eran urgentes, las farmacias de los hospitales hacen llegar la medicación al domicilio de sus pacientes, se han activado teléfonos de atención sanitaria…

            Francia ha adoptado medidas similares, aunque el ministro de Sanidad, el señor Olivier Véran, tiene una pavorosa preocupación añadida: el colapso sanitario ha reducido el número de abortos. Y ante esta apocalíptica realidad, ante este gran mal que podría suponer el aumento del consumo, la apertura de nuevas guarderías, el rejuvenecimiento de la población o el asentamiento futuro del sistema de pensiones, el Ministerio de Solidaridad y Salud francés ha reaccionado ideando un gran remedio: el establecimiento del aborto a domicilio. Si una mujer desea interrumpir para siempre su embarazo, no hará falta que se desplace a un hospital. Un equipo de personas con estudios sanitarios, que no merecen ser llamados médicos o enfermeros, se desplazarán a su casa para practicarle allí mismo el aborto.

            Ojalá el Gobierno español, si se diera el caso, vea en la disminución del número de abortos una auténtica bendición, un brote de esperanza que nos ayudará a superar el desastre provocado por esta pandemia. Ante tanto sufrimiento por el número de fallecidos y contagiados, la sonrisa de un bebé nos puede infundir en el alma el gozo que tanto necesitamos en estos momentos.

La otra crisis: Solidaridad funcionarial

      Los españoles ya estamos viendo la luz al final del larguísimo túnel de esta pandemia. Pero ahora nos vamos a topar de lleno con la cruda realidad: estamos sumidos en una terrible crisis económica que no afecta a todos por igual. Unos lo han perdido todo y no tienen ni para comer, y otros mantienen su puesto de trabajo e incluso, gracias al confinamiento que mantiene muchos comercios cerrados e imposibilita salir de compras, han visto crecer los ahorros en su cuenta bancaria.

            Si la crisis sanitaria, con miles de fallecidos y contagiados, no ha dejado indiferente a nadie, también la crisis económica debe interpelar a toda la población y más todavía a los que mantienen sus condiciones laborales intactas. Por eso cabría preguntarse qué puede hacer cada uno de nosotros para paliar las necesidades materiales de tantas personas. Eso sí, para muchos esa colaboración va a ser involuntaria e impuesta desde las altas esferas. Entonces la cuestión será cómo se reacciona ante esos recortes y si somos capaces de solidarizarnos con los que lo han perdido todo.

            Tras la crisis económica de la pasada década, el Gobierno de derechas de Rajoy tomó una serie de medidas restrictivas que obligaba a los funcionarios a apretarse el cinturón. La reacción de los maestros y profesores de los centros educativos públicos no se hizo esperar: mostraron cada semana su descontento a las puertas de sus colegios e institutos y eliminaron de su programación todas las salidas culturales y las excursiones previstas para su alumnado. ¿Y qué ocurrirá ahora cuando nuestro Gobierno de izquierdas no tenga más remedio que aplicar recortes salariales aún más duros a los funcionarios? Más de uno opina que, como gobiernan los defensores auténticos de los derechos sociales, serán muchos más comprensivos y no plantearán ninguna medida de protesta visible. Y es que no hay mal que por bien no venga. ¿No creen?

La otra crisis: Imposición del lenguaje inclusivo

          Quizá sea más una cuestión de humildad intelectual que de ignorancia, pues las personas que se autodenominan progresistas tienen la autoestima por las nubes. Por eso, entre sus filas, son cada vez más las que reniegan de la normativa lingüística de la Real Academia Española de la Lengua y utilizan de forma reiterada e insistente el lenguaje inclusivo, ese desdoble del género, femenino y masculino, que hace que sus oyentes sólo sean capaces de captar el significante y no el significado. Por eso, cuando esas personas quieren dejar clara una idea y que toda su audiencia sea sabedora, suelen utilizar sólo el género no marcado, que en nuestra lengua coincide con el género masculino.

            Las personas progresistas, como la vicepresidenta del Gobierno, la señora Carmen Calvo, están convencidas de que “parar el lenguaje inclusivo no está en las manos de nadie”. Su esperanza es mantenerse en el poder el mayor tiempo posible, colocar en la RAE a académicas y académicos de su cuerda que logren una mayoría suficiente para suprimir esa norma del uso del género neutro e imponer el lenguaje inclusivo a todas las españolas y a todos los españoles. De hecho, en la Comunidad Valenciana ya existe en todos los centros educativos una “comisión de igualdad”, encargada de revisar todos los textos oficiales para que estos utilicen siempre el lenguaje inclusivo. Además, en alguna universidad se exige a sus docentes que en sus clases magistrales se expresen con el desdoble de género.

            Y tras la imposición a la comunidad educativa, una vez se cambie la normativa, vendrá la coacción sobre los medios de comunicación, las celebraciones litúrgicas, las comunicaciones entre los organismos y la ciudadanía, las composiciones musicales, las obras artísticas, teatrales, cinematográficas y literarias, las conversaciones entre familiares y amigos…

            La única pega que encontrará esta oleada de género que nos está invadiendo vendrá de las otras veintidós academias que, junto a la española, forman la Asociación de Academias de la Lengua Española. ¿Claudicarán todas ellas ante la presión del lobby progresista? Esperemos que no, pues más de una, y más de uno, se pasará al inglés. ¿No creen?

La otra crisis: El protagonismo de la familia

Cheerful family doing arts and crafts together at the table at home in kitchen

            Los centros educativos permanecen cerrados y ya veremos si pueden reabrirse el próximo mes de septiembre. Por eso, pese a que muchos niños están recibiendo clases virtuales a través de diversas plataformas, la labor de las familias resulta imprescindible. Sin su dedicación, aliento, exigencia y entusiasmo, el rendimiento escolar de los niños sería insuficiente y, en muchos casos, inexistente.

            La ministra de Educación, la señora Celaá, cree que los hijos no pertenecen a sus padres. Pues claro que no. Pero ahora, gracias a esta pandemia, sí que ha quedado demostrado que el derecho primigenio a la educación de la prole la tienen sus padres. Porque ellos son los que, pase lo que pase y venga lo que venga, siempre estarán al cuidado de los niños, cosa imposible para ese Papá Estado de los gobiernos progresistas. El papel educativo y formativo de las familias se ha visto reforzado durante este estado de alarma sanitaria. Algunos dirán que no todas las familias se han preocupado por sus hijos. Eso es evidente. Pero no podemos hacer de la excepción una regla y despreocuparnos de ayudar y formar a esos padres para que asuman, y sepan llevar a cabo, sus responsabilidades para con sus hijos.

Este confinamiento ha servido para que toda la comunidad educativa, incluida la ministra Celaá, no dude nunca más del papel insustituible que tienen los padres en la educación de sus hijos. Sin su labor abnegada a lo largo de todos estos meses, ahora estaríamos hablando del inevitable y perenne fracaso de toda una generación de estudiantes.

La otra crisis: Una nueva ley educativa anticuada

            Nuestro Gobierno sigue mirando hacia otro lado, sin querer ver la realidad de esta crisis total, empeñado en sacar adelante un programa progresista incomprensible para todos aquellos que aún conservan el sentido común. ¿Cómo se le ocurre aprobar ahora una Ley de la Eutanasia que causa estupor a la sociedad española? ¿Cómo es posible que se plantee legislar sobre la muerte intencionada de enfermos y ancianos, cuando los españoles luchamos cada día por todo lo contrario?

            Y lo mismo pasa con esa nueva Ley de Educación que va a nacer caduca, fuera de contexto y sin posibilidad alguna de ponerla ya en práctica el próximo mes de septiembre. ¿Cómo es posible que estos días, cuando los colegios siguen cerrados y no se sabe qué pasará con el próximo curso, se vaya a aprobar la LOMLOE sin ningún consenso y con la intención de que entre en vigor este mismo verano?

            Un Ejecutivo que pone por delante su ideología antes que el bienestar de las personas, el sentido común y la verdad de las cosas, está incapacitado para seguir gobernando este país. Señor Sánchez, los españoles no nos merecemos un Gobierno sectario e incapaz que de toda situación trata de sacar rédito político.

La otra crisis: La extinción del sentido común

            El relativismo campaba a sus anchas en esta sociedad del bienestar. Ahora que una pandemia ha removido los cimientos del conformismo y de la incredulidad, más de uno ha caído en la cuenta de que no todo es lo mismo, de que no podemos ceder ante el parecer de unos pocos por la apatía de otros muchos.

            Este estado de alarma nos debería abrir los ojos para valorar lo que de verdad importa, apreciar la herencia que nos han dejado nuestros mayores y estar orgullosos de nuestras tradiciones. Si así fuera, por ejemplo, la escultura de santa Cecilia volvería a estar presente en el aula de ensayos de esa banda de música y también en su denominación artística de la que ya no queda ni rastro. Y todo, según parece, porque uno de sus miembros es practicante de otra religión y había que evitar que algún día, en un futuro próximo o lejano, elevara una queja a la junta directiva.

            Y en esos centros educativos, en apariencia tan respetuosos con una minoría que no pretende imponer su parecer a una mayoría que también tiene sus derechos, se volverá a celebrar la Navidad, se montarán los belenes y se cantarán villancicos. También, por no arrinconar a la mayoría y pisotear al sentido común, los niños felicitarán a sus progenitores cuando llegue el día del padre y el de la madre. Del mismo modo, la dirección del centro pedirá permiso a las familias de los discentes antes de impartir las charlas sobre sexualidad, donde también se hablará de las relaciones heterosexuales y de la felicidad lograda dentro del matrimonio.

            Y así, tras valorar nuestra historia y el trasfondo de nuestra cultura, el Gobierno de España velará por el esfuerzo de todos esos jóvenes que se están dejando la piel, un día tras otro, para realizar todas las tareas que sus profesores les mandan desde la distancia. Y si al final este Ejecutivo vuelve a ceder ante el supuesto parecer de las minorías, si decide regalar a todos por igual un aprobado general, es señal clara de que no ha aprendido la lección y que, por eso mismo y por muchas cosas más, no está capacitado para seguir gobernando este país.