La otra crisis: Y papá también.

            Algunos no se han enterado todavía y siguen, erre que erre, buscando su propia felicidad con ahínco, cueste lo que cueste, y caiga quien caiga, aunque sea a costa de la placidez de los suyos. “Tengo derecho a ser feliz” es el deseo inmaduro y egoísta que algunos esgrimen para justificarlo todo: una infidelidad, una separación, un repudio, un abandono, una aberración, una mentira…

            Aunque sólo tiene dos años, ya anhela en todo momento el cariño de sus dos progenitores. Por eso, cuando su madre se dispone a salir con ella de paseo, lo busca con la mirada y afirma con rotundidad: “y papá también”. Es consciente, a su corta edad, de que las dos personas que más le quieren son su mamá y su papá. Y ella corresponde a ese cariño con la confianza de que jamás le va a faltar ese afecto desinteresado de sus padres. Un afecto desinteresado que se transforma en una presencia constante, fiel, pues ningún padre podrá ser feliz de verdad si antepone sus intereses a los de su mujer o a los de sus hijos.

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