La otra crisis: El desinterés general

            Algunos ya lo intuían y otros ni se han enterado, pero la cuestión es que la ideología progresista que aboga por difundir el relativismo se ha llevado el gato al agua y se ha impuesto en casi todos los ambientes. Y es que si todo es relativo, también lo es la verdad y el bien. Por eso nuestros gobernantes y demás autoridades, véase como ejemplo el mensaje de esta Navidad de su Majestad el Rey Felipe VI, ya no tienen como uno de sus objetivos prioritarios buscar el bien común, sino el interés general.

            Este simple cambio de concepto pudiera parecer una nimiedad, pero supone un cambio de paradigma que deja el destino de nuestras vidas en manos de los sentimientos volátiles de una mayoría social y deja indefensos a todos aquellos que se dejan guiar por la razón en la búsqueda del bien común. Porque todo interés pierde legitimidad si no está guiado por la inteligencia, sostenido por la voluntad e impulsado por la emoción. Y resulta que hoy en día lo que prevalece a la hora de tomar una decisión no es la razón ni la fuerza de voluntad, sino lo que uno siente de forma aleatoria en cada momento. Por eso uno se echa a temblar cuando desde las altas instancias nos informan sobre su firme empeño en hacer realidad un interés general que está siendo teledirigido por el simple sentimiento.

            Cuando una sociedad deja de buscar el bien, lo que es verdadero, y se deja guiar por sus dispares intereses y desintereses, generales o particulares, es capaz de aprobar sin inmutarse leyes como la del divorcio, la del aborto, la de la ideología de género o la de la eutanasia. Ojalá que en este 2022 los Magos nos regalen sentido común para saber discernir qué intereses lícitos nos convienen porque van de la mano de la verdad en busca del bien común.

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