La otra crisis: El castellano como reclamo

            Hasta hace algunos años, los centros educativos de la Comunidad Valenciana con dos o más aulas por nivel podían tener una línea de educación en valenciano y otra en castellano. Así, de ese modo, se adaptaban un poco más a la diversidad lingüística y cultural de su alumnado. Y es que, aunque el valenciano es la lengua materna en muchas localidades de esta comunidad, la mayoría de las familias migrantes que viven en nuestras ciudades se decantan por aprender antes el castellano que el valenciano.

            Pues resulta que un buen día la Consejería de Educación decidió cambiar el plan lingüístico e instó a los centros educativos a que eligieran una única lengua vehicular para todos los escolares. El resultado fue que la inmensa mayoría de centros públicos eligieron el valenciano, a excepción de los colegios que están situados en poblaciones donde la lengua materna es el castellano. Más aún, pues también muchos centros privados concertados se decantaron por el valenciano para acomodarse mejor a la realidad lingüística de la mayoría de su alumnado y recibir, ya de paso, unas subvenciones extras que no vienen nada mal en estos tiempos de crisis.

            Llega el mes de mayo y con él el periodo de matriculación. No hace falta ser muy avispado para saber que la oferta educativa es mayor que la demanda proveniente de las familias con hijos en edad escolar. Durante estos días, los Equipos Directivos, los Claustros de profesores y las AMPA no cejan en su empeño de promocionar por todos los medios disponibles su modelo educativo, sus actividades extraescolares, sus instalaciones deportivas o unos servicios adicionales sin igual que capten la atención de las familias y logren un mínimo de matrículas que aseguren la continuidad de todas sus unidades escolares.

            Pero resulta que hay colegios que no pueden ofrecer a las familias nada fuera de lo común, pues cuentan con unas instalaciones deficientes o están situados en barriadas con un bajo nivel cultural y económico donde no se le da importancia ninguna a un modelo educativo vanguardista. ¿Qué hacer en estos casos para conseguir un mínimo número de matrículas que les asegure el permanecer abiertos? Pues quizás ha llegado el momento de cambiar de estrategia, adaptarse a la realidad lingüística de la mayoría de su alumnado y optar por el castellano como lengua vehicular. Y así, un modesto colegio público de una ciudad podría convertirse en el único centro de la población donde los hijos de las familias castellano hablantes que lo deseen puedan cursar sus estudios con un mayor rendimiento y provecho.

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