La otra crisis: La tibieza del nuevo centro político

        No hace muchos años, cuando el Partido Popular se regía por los pilares morales del humanismo cristiano, era normal que sus dirigentes y simpatizantes hablaran de la derogación del aborto, del derecho de todo niño a tener una mamá y un papá, de la regulación de las uniones sentimentales entre dos hombres o dos mujeres como parejas de hecho, de la legitimidad de la educación diferenciada, de la unidad de España y la ilegalización de partidos políticos con terroristas o delincuentes entre sus filas, de la primacía de los padres a decidir si sus hijos asisten o no a las charlas sobre educación sexual que se imparten en los colegios, de la posibilidad de atender a las personas homosexuales que se sienten infelices, del control de la inmigración ilegal, de la grandeza de aquel pacto de amnistía que nos brindó una nueva Constitución…

            Hoy en día, cuando el eje político ha virado hacia la extrema izquierda y ha infectado al centro-derecha de la ideología, mal llamada, progresista, resulta impensable que un votante o dirigente del Partido Popular se atreva a expresar los ideales que hasta hace unos pocos años aparecían en sus estatutos y en su programa electoral. Tanto es así que, los que antes defendían estas mismas ideas, tachan de integristas, de extrema derecha, a los que ahora se atreven a decir eso mismo.

            Y una vez más, desde los medios de comunicación afines, insistirán en el “voto útil” o en la maldad de los que protestan ante la inmigración ilegal, dejando a un lado, pues les importa bien poco, la actual ley del aborto, la ideología de género, la ley de memoria histórica, la posible ruptura unilateral de los acuerdos del Estado español con la Santa Sede o la próxima legalización de la eutanasia.

            Casi sin darse cuenta, por culpa de unos cálculos políticos erróneos y una tibieza pendiente solo del “qué dirán”, los populares se han transformado en un partido de ideología de izquierda. Y lo peor de todo es que ya no van a poder salir de ahí, pues el número de “infiltrados progresistas” es ya superior al de “conservadores convencidos”. De ahí que esta deriva ideológica se mantenga y se acreciente con el tiempo.

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